Pautas para el cuidado de la piel del paciente oncológico

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Pautas para el cuidado de la piel del paciente oncológico

Durante el tratamiento oncológico la piel puede sufrir una serie de alteraciones tales como irritación, xerosis, descamación, picor, fotosensibilidad, cambio en la tonalidad, entre otros.

Todo este tipo de cambios repercuten en el estado emocional del paciente.

Desde la oficina de farmacia, el farmacéutico puede asesorarte dando una serie de pautas a seguir con el objetivo de minimizar todos estos efectos:

Limpieza

1) Corporal

Se recomiendan baños de agua tibia de corta duración, con geles tipo syndet o aceites lavantes, cuyo objetivo va a ser mejorar la calidad de la piel del paciente oncológico. Preferiblemente el uso de tensioactivos no iónicos o anfóteros, dentro de estos productos.

Los geles tipo syndet son aquellos geles sin saponificar (sin jabón) formulados a pH fisiológico y adecuados para las pieles sensibles. Además, existe la opción de utilizar aceites lavantes, que en su formulación incluyen activos emolientes como pueden ser el aceite de almendras, aceite de coco, derivados del glicerol, manteca de karité o aceites ozonizados.

2) Facial

A nivel facial recomendados una limpieza con productos de base lavante suave que no fragilicen la piel, adaptados a cada piel.

Estos productos pueden tener un valor añadido ya que también pueden incluir activos calmantes, hidratantes y desensibilizantes. Activos como la glicerina, que actúa como humectante ó gliceroles que actúan reforzando la barrera epidérmica.

3) Ojos

Teniendo en cuenta que los ojos también sufren los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos, y que uno de los más relevantes es la caída de pestañas, es muy importante, buscar productos limpiadores no irritantes específicos para esta zona.

Activos como la alantoína que actúa como calmante o el sodio hialuronato.

Hidratación

Vamos a centrarnos en activos que aporten nutrición a la piel, hidratación, que calmen el picor y que además, ayuden a reparar la barrera epidérmica.

Aceites ozonizados: es la combinación del ozono con aceite de girasol y de oliva. Tiene numerosas propiedades: calmante, hidratante, reparador, antibacteriano, antioxidante, higienizante, antiinflamatorio. Y en función de la necesidad, podremos recomendar un producto u otro: jabón líquido, aceite, crema corporal, bálsamo labios, champú, crema de manos.

SCA: es el extracto de la secreción de un caracol, con propiedades regenerantes que actúan a nivel del fibroblasto estimulando la síntesis de proteínas dérmicas mejorando la reparación cutánea. Es un buen ejemplo para mejorar el aspecto de las cicatrices.

Niacinamida: es la vitamina B3 con acción calmante, antiinflamatoria además actúa reforzando la barrera epidérmica.

Manteca de karité: aporta nutrición a la piel y actúa como calmante.

Hialurónico: activo higroscópico capaz de captar 1.000 veces su peso en agua. Por eso es un fantástico ejemplo para tratar la deshidratación de la piel. Podemos encontrarlo de bajo, medio y alto peso molecular, dado que es una molécula voluminosa.

Glicerina: es otro activo hidratante que evita la pérdida de agua transepidérmica.

Rosa mosqueta: es una aceite con propiedades regenerantes y antioxidantes.

Ceramidas: las ceramidas forman parte de la estructura de la barrera epidérmica. Las pieles bajo tratamiento oncológico sufren alteración de ésta, por tanto, es necesario aportar este tipo de activos para reforzarla y restablecerla.

Centella asiática: activo reparador, suavizante y regenerante.

Pantenol: activo humectante y reparador, anti-picor y reconfortante.

Alantoína: propiedades cicatrizantes, acelerando el proceso de regeneración de la piel además de aportar emoliencia.

Urea: dependiendo de la concentración tendrá una función u otra. A bajas concentraciones actúa como hidratante y altas concentraciones podemos utilizarlo como exfoliante. En este caso, debemos buscar bajas concentraciones (por debajo del 10%) para aportar hidratación a la piel.

Avena: es un activo ideal como calmante, para pieles que sufren de picor, porque restablece la película hidrolipídica aportando suavidad e hidratación a la piel.

Agua termal: procedentes de las estaciones termales, y tienen múltiples propiedades. Calman la piel y son antioxidantes.

Sucralfato: favorece la reparación epidérmica.

Sulfato de zinc o de cobre: previene la sobrepoliferación bacteriana, evitando la sobreinfección de lesiones.

Aceite de almendras:
es un aceite vegetal con propiedades sobreengresantes, que aporta nutrición y suavidad a la piel.

Fotoprotección

Uno de los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos, es que, provocan sensibilidad al sol, es decir, pueden dar lugar a reacciones fototóxicas o fotoalérgicas.

Por este motivo es fundamental tomar medidas, tanto físicas como la utilización de productos cosméticos para prevenir posibles lesiones en la piel.

Como medidas físicas recordar el uso de gafas de sol, prendas transpirables (preferibles de algodón), gorras o sombrillas.

El uso de fotoprotectores es una medida indispensable a tener en cuenta en pieles bajo tratamiento.

Debemos buscar fotoprotectores específicos para pieles sensibles (sin perfumes) y de amplio espectro (radiación ultravioleta A y B, infrarrojo y visible) además, de un alto SPF, como mínimo 50.

Dentro de la categoría solar debemos enfocar la textura cosmética adecuada para la necesidad de cada piel.

Además no olvidar las recomendaciones básicas en fotoprotección:

1) Aplicar la cantidad suficiente de producto (2 mg/cm2 superficie).
2) Reaplicar el fotoprotector cada 2 horas.
3) Evitar las horas de máximo radiación solar (horas centrales del día).
4) Confirmar en el envase que el producto cumpla las condiciones óptimas, es decir, seguir el PAO. Es el periodo en el cual un productos cosmético es apto para utilizar.

Cuidados específicos

1) Labios

Utilizar bálsamos específicos reparadores y emolientes, que no contengan perfumes y que además contengan filtros solares. A la hora de elegir una barra de labios utilizar aquellas testadas en piel sensible que aporten hidratación y evitar las que tengan efecto de larga duración ya que pueden provocar deshidratación labial.

2) Uñas

Las uñas es uno de las anejos cutáneos que más sufre bajo tratamientos de quimioterapia. Como pueden ser: onicodistrofias (donde hay alteración en la pigmentación y el crecimiento de la uña), onicolisis (donde hay una destrucción de la uña) y paroniquias (que ocurre cuando existe inflamación del tejido periungueal). Por estos motivos, es muy importante en el caso de utilizar lacas de uñas buscar que sean hipoalergénicas y fortalecedoras, y que estén exentas de tolueno, formol, colofán y níquel, ya que pueden tener potencial alergizante. Por otra parte, se recomienda evitar el uso de uñas postizas y lacas semipermanentes.

3) Cabello

Otro de los efectos secundarios que con mayor frecuencia sufren los pacientes bajo tratamiento oncológico es la pérdida del cabello. La recomendación será individualizada, ya que la alopecia dependerá del esquema quimioterapéutico, de la dosis de fármaco empleada y de la vía de administración. Por ello como medida física podemos recomendar el uso de gorros hipodérmicos que en algunos casos se ha demostrado cierta eficacia y como medidas complementarias recomendar el uso de champús de limpieza a pH fisiológicos que actúen como calmantes, evitar permanentes ó tintes con amoniaco, además secadores o planchas de pelo.

Como conclusión, el farmacéutico es el profesional sanitario cercano, con el que el paciente oncológico puede contar, para minimizar posibles efectos secundarios. Además ofrecerá la información necesaria para intentar mejorar la calidad de vida del paciente.

Ana María Gónzalez Cáceres y Samira Marrero Mendoza.

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