La piel del rostro en tiempos de COVID-19

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Cuando cuidas la piel, cuidas de ti. Corren tiempos difíciles y debes cuidarte. Por un lado, debes cuidar tu piel por tu propio bienestar, y por otro, por protegerte del “exterior”. Y es que, la piel, es el primer escudo protector frente al exterior y constituye una barrera protectora contra agresiones físicas (radiaciones), químicas (radicales libres) y microbiológicas (virus, bacterias, hongos).

Cuando hablamos de piel, nos referimos al órgano más extenso del organismo, ese que ocupa una extensión de unos 2m2 y que supone hasta el 10-15% del peso corporal. La piel es la primera barrera a la que se enfrentan los microorganismos (virus entre ellos). En la capa mas superficial, la epidermis, ya nos encontramos células íntimamente relacionadas con el sistema inmune, como las células de Langerhans o los queratinocitos epidérmicos, encargadas de mandar órdenes para producir agentes antiinfecciosos.

Hasta ahora sabemos que el SARS-CoV-2 no atraviesa la piel íntegra. Teóricamente una piel con lesiones o heridas abiertas sí podría ser una puerta de entrada al coronavirus, y la OMS contempla esta vía en sus manuales de prevención de contagio, pero no hay ningún caso registrado hasta la fecha. Otro aspecto a tener en cuenta, entre piel y COVID-19, es que como cualquier otra superficie, la piel expuesta (manos, cara, etc) puede actuar como depósito de pequeñas partículas que luego nos llevamos a la boca, nariz u ojos.

Efectos secundarios del estrés en la piel

Las preocupaciones y el estrés generalizado de una manera continuada es perjudicial para nosotros y, en consecuencia, para nuestra piel. El estrés influye en la piel mediante distintos mecanismos, fundamentalmente, modifica el sistema inmunológico bajando las defensas cutáneas. Además, se genera una mayor producción de histamina, adrenalina y cortisol, que producen desajustes hormonales y, a su vez, debilitan nuestro sistema inmunológico.

Estos desequilibrios afectan de manera negativa a la barrera cutánea, ya que se vuelve más reactiva, y se acaban agravando las enfermedades inflamatorias de la misma (dermatitis, psoriasis, vitíligo, rosácea), incluso pudiendo aparecer nuevos problemas cutáneos (acné, eczemas).

Alteración de la piel por el uso de mascarillas

El sudor junto con la fricción de las mascarillas provoca daños por presión en diferentes puntos (nariz, mejillas, orejas, etc). Como resultado puede haber erosiones en la piel y esto puede conducir a una posibles infecciones.

El uso de mascarillas, además, favorece la deshidratación por la escasa ventilación, la humedad retenida hace que el poro se dilate y que el agua transepidérmica se escape. Ésta elevada humedad junto con la saliva retenida en el interior de la mascarilla favorece el crecimiento de microorganismos, por ello aparece o se agravan patologías como acné, rosácea, etc.

Recomendaciones

La limpieza va a ser fundamental, no sólo para desmaquillar sino para eliminar residuos, restos de sudor e incluso contaminación. En la rutina de noche, lo ideal es realizar una doble limpieza facial, usando en primer lugar un producto de limpieza de base acuosa u oleosa (aceites desmaquillantes, aguas micelares) que no necesitan aclarado y, en segundo lugar, aplicar un producto limpiador bajo agua (tibia), que respete el pH de la piel, sea syndet (sin tensioactivos agresivos), y/o sin jabón. Tras la limpieza, deberíamos usar agua termal como tónico. Y, los productos que se apliquen sobre algodón o disco, deben ser usados sin hacer “arrastre”. Sin embargo, en la rutina de limpieza de día, con usar el limpiador bajo agua y el agua termal sería suficiente.

Por otro lado, es primordial la elección de los activos en los productos de cuidado (sérums, cremas), se debe optar por aquellos que sean calmantes, emolientes, antiinflamatorios e hidratantes. Estos productos deben estar formulados a base de agua termal, niacinamida, ácido hialurónico, aceites ozonizados, caléndula, centella asiática, factores de crecimiento, alantoína, factor natural de hidratación (NMF), aloe vera, bisabolol, vitamina E, jojoba, manteca de karité, entre otros. Debemos evitar los cosméticos con activos irritantes (AHA, retinol, perfumes, alcohol) y aquellos con una larga lista de ingredientes en el INCI.

En cuanto a los tratamientos semanales, a la hora de exfoliar, debemos evitar los peelings químicos (con hidroxiácidos) y físicos (productos con gránulos), y optar por exfoliantes enzimáticos que son menos agresivos. Además, se recomienda espaciar la exfoliación en el tiempo, por ejemplo, cada dos semanas.

Antes de poner la mascarilla, es recomendable aplicar en zonas localizadas (puntos de presión, roce) una crema barrera un rato antes. De este modo, evitamos las lesiones en las orejas, la nariz o las mejillas.

Por último, es recomendable usar como complemento, mascarillas fabricadas a base de la fibra textil que conforma la tecnología Regenactiv® (tejido protector y curativo), evitando así el contacto directo del resto de mascarillas con la piel. Este tejido mantiene el equilibrio de la humedad, aislando la piel del entorno y consiguiendo un ambiente óptimo que favorece y mejora la recuperación propia de la piel. Dicho tejido está diseñado para ser reutilizado, habiendo sido testadas sus propiedades antifúngicas y antibacterianas permanentes después de 135 lavados, no a mas de 60º y sin suavizante. Están especialmente indicadas como protección en pieles sensibilizadas, como prevención en lesiones por presión, dermatitis, micosis, acné, espinillas, y comedones.

Finalmente recordar que tu piel responde a tu estado anímico, por lo que debes intentar estar en calma y disfrutar de ti y de ella, a través de su cuidado, aunque esté sensibilizada por los tiempos que corren.

Laura Caparrós Linares
Farmacéutica especializada en dermofarmacia

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