Fue su cáncer el culpable

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Cuidador de un madre y profesional sanitario junto a tantos:
El camino que marcó su cáncer

Eres un inocente y no sabes realmente lo que estás pasando. Pasas de ser alguien ingénuo, al que hicieron llorar, hasta tal punto de no querer seguir más. Y después de estar en un momento donde no hay sentimientos, puede que llegue, el momento de la madurez de la manera mas cruel.

Esas horas, días y meses encerrados en la biblioteca, mirando a la izquierda por la ventana desde mi silla y mi inseparable mesa, se generaron los mejores años de una vida, haciendo lo que más me gustaba. Yo quería estudiar y ser farmacéutico. En esos momentos la amistad se me antojaba eterna y fiel. El curso de la vida se tornaba idílico. No lo iba a poder cambiar. Un momento de indecisión, una conversación e incluso una llamada, puede revelarte sin más, una realidad. Aquello que no imaginabas podía suceder y lo que parecía una cosa, termina finalmente siendo otra completamente distinta.

– Y así sucedió… llegó su Cáncer

Tan pronto me licencié como farmacéutico, entró el cáncer en mi vida.

En la Tierra que habitamos, al nacer, no elegimos a la familia. Elegimos las amistades, aquellas personas con quienes queremos rodearnos, o incluso sin tenerlo previsto, nos enamoramos. ¿Y si casualmente alguien te envía a un “ángel de la guarda” en el momento más complicado, en la situación más difícil de tu vida o para compartir ese instante en el cual estabas perdido y aturdido?.

La vida puede cambiar en un instante, de un día para otro. Alguien me dijo: “Disfruta hoy y ahora, que en 30 segundos todo puede cambiar”. Las cosas pueden cambiar de un segundo a otro, bien por un gesto inesperado o por una conversación dañina. Ya saben el dicho de “sorpresas te la vida”. Éstas pueden resultar fortuitas o inmerecidas.

Una llamada lo cambió todo, e hizo que un recién licenciado como yo, padeciera un intenso, paralizante y escalofriante miedo. Miedo a lo desconocido, a algo que no tenía por qué suceder. Pensé. si soy farmacéutico y si tanto me enseñaron ¿por qué tendría que tener miedo? Aunque seamos sanitarios, padecemos igualmente miedo y soledad.

Darlo todo por alguien que sacrificó todo por mi no tenía precio. Verle sufrir era todo un sacrilegio incomprendido que padecí en silencio. Y yo me pregunté entonces: ¿quien cuidará de mi si ella no está?… ¿me entiendes?

Ahora mismo tengo miedo y soy egoísta pensando en qué será de mí, junto a quién estaré si la enfermedad hace acto de presencia en mí en algún momento, ya que tarde o temprano a todos nos toca. Cuando la veo a ella, sólo pienso en ella, en ayudarle, en darle todo lo que necesita y en intentar que sea lo más feliz posible. Sé que algún día llegará ese instante en que tenga que irse. Es ley de vida. Y entonces ¿estaré solo?

Todos enfermamos en algún instante a lo largo de nuestras vidas. Soy consciente de que a mí los años me pasarán factura en algún momento. Lo sé y me gustaría, cómo no, que también me mimaran y me cuidaran. Cada persona es por supuesto un mundo y yo he cuidado en cuerpo y alma de ella porque soy así y me nace hacerlo. Me nace porque es lo que más quiero en este mundo y porque es un ser que se lo merece. ¿Ahora me entiendes? Sólo necesito que me preguntes cómo estoy. Sólo necesito oír tu voz.

Hay momentos en la vida en los que vivimos en un bucle, en un constante bucle. Felices por estudiar una carrera, bien junto a una pareja de la cual te enamoras, o bien por un trabajo que te apasiona. Puede que todo eso cambie súbitamente y aparezca una llamada que, con el tiempo, te haga madurar. Tengo miedo a la soledad, a enfermar por cuidar y a que salgan cosas que hasta ahora eran inexistentes. Una enfermedad aparece sin previo aviso. Surge la desconfianza por poder dar un mal paso y caerme, a que brote la desazón o la tristeza y a que de nuevo puedan resurgir esas malas sensaciones tras haber salido del bucle.

Me siento muchas veces con ganas de llorar, esperando a que salga la primera lágrima, sabiendo que eso, posiblemente ayudará. Paradójicamente acabo llorando por noticias felices que nunca esperaba recibir, por pequeñas y sencillas situaciones que se tornan muy oportunas. Sin embargo, todo vuelve a la realidad. Alguien me dice: “Tú llora que no es malo. Desahógate que eso ayuda y si no lo haces es porque no quieres”. Pero no, no es tan fácil.

Un día, puede que me levante y mire en el espejo algo que no me guste. Puede que vea un deterioro físico absoluto. Pienso entonces que, por lo menos, tengo el alma limpia, con la alegría de quien me dio a luz. Ella vuelve a abrirme la puerta de su casa con un abrazo y me regala la mejor de sus sonrisas.

Sigo sintiendo desconfianza por no llegar a saber lo que pasa en la vida cuando uno enferma. Siento desconfianza incluso de mi propia existencia, por el respeto enorme que le tengo a la vida y por no saber si, finalmente, todo irá bien.

Me pregunto tras tantos años de carrera, tantos vaivenes ¿por qué tengo tanta desconfianza? ¿verdad?

Tenemos que cuidar de quienes nos rodean y tratar de comprenderles. Existe la posibilidad de que todo tenga un por qué o un motivo, ya sea en forma de afirmación, de negación o de pregunta abierta sin clara respuesta. Al final, como personas, de un modo u otro, buscamos nuestra felicidad. Estoy convencido de que esa felicidad llegará algún día y todo este silencio me llevará a un camino con sentido.

– Y ahora pienso, y si el Cáncer entrara en sus vidas… ¿estamos nosotros preparados?

Han pasado meses, años, y me encuentro en ese punto de inflexión, ¿y nuestra profesión cómo casa con el mundo oncológico?

Son cuestiones de segundos, así, sin mas. Ocurren cosas sin pensarlo. Todo cambia y mirándolo desde nuestra perspectiva, como si de un desliz inoportuno se tratara. Sigo pensando que todo pasa por algo, o que le tiempo cura todo. ¿Qué ocurre con nuestra profesión? Cuando toca elegir qué estudiar o qué hacer estamos dando un paso importante, ya que nos tocará de un modo u otro, ayudar a alguien.

Una carrera sanitaria es bonita y conlleva una gran responsabilidad. Sin quererlo y sin haberlo planeado el profesional puede levantarse un buen día siendo un paciente o un cuidador. Puede que llegue a tener estos miedos en su propio cuerpo, como consecuencia de no querer sufrir tras lo ocurrido o lo vivido.

En la facultad nos enseñan nociones básicas, que poco a poco vamos absorbiendo hasta llegar al momento de dispensar, pero ¿realmente hemos aprendido todo lo necesario?

¿Dónde queda la comunicación? ¿En qué momento tenemos intención? o sencillamente ¿Nacemos con el don de la escucha activa? Cualquier persona que entra por una oficina de farmacia puede ser un paciente oncológico. No tiene por qué llevar un pañuelo en la cabeza. Puede que sencillamente sea un cuidador en busca de respuestas. Ahí comienza el camino de nuestra profesionalidad en el ámbito oncológico, pero ¿cómo?

Diariamente pasan frente a nuestro local cientos, miles de personas. Algunos entran, miran o sólo dejan una sonrisa. Puede que otros nos dejen huella tras conocer su historia sobre el cáncer. Ciertamente fueron muchas las horas que estuvimos estudiando, muchos años aprendiendo, pero ¿sabemos y conocemos el cáncer? ¿tenemos esas nociones básicas para solventar las dudas oncológicas?

El vaivén de los momentos en la oficina de Farmacia es un sin parar. Hablamos, saludamos, pero ¿nos hemos percatado de que no sólo la mujer puede ser paciente oncológica, y de que el hombre también puede serlo?

En el momento en que establecemos una buena comunicación, comienza nuestra profesionalidad. He llegado a escuchar cosas como esta de un paciente con cáncer: “Que van a hacer por nosotros, si no saben por lo que estamos pasando”. Es algo que duele, más si le aprecias, y de ahí me pregunto ¿cómo podemos cambiar esto?

Empecemos por dar una escucha real, activa. Una escucha que debe nacer desde dentro, desde nuestro propio corazón. Sus ganas de hablar son inmensas. Desean contar lo vivido y compartir su experiencia. Nos convertimos en su persona de confianza. Puede que no tenga a nadie más con quien desahogarse.

Tenemos que poner intención, ganas. Estamos verdaderamente para ayudar y crecer junto al que nos necesita, a la persona que sufre por ser cuidador o paciente, porque la enfermedad reina por desgracia en su hogar.

He escuchado con preocupación la conversación de que nuestro oficio no es de ayudar o guiar y mucho menos en oncología. A la vista de ello, parece que no estamos preparados para ello. Creemos que ya hay profesionales implicados directamente con el paciente oncológico y que nosotros poca voz tenemos. Aún sigo sintiendo que no hemos avanzando mucho en oncología.

En una oficina de farmacia, podemos escuchar muchas conversaciones. Hace poco oí a una paciente diagnosticada de cáncer:

– Oiga ¡que la enferma soy yo!

Porque te han detectado un cáncer de mama en un control rutinario, no significa que vaya a ocurrir algo catastrófico. Hay quien puede reinterpretarlo como un catarro pasajero de cinco meses. Es ahí dónde deberíamos estar al quite para ser capaces de ofrecer una auténtica y eficaz relación de ayuda.

Alrededor del cáncer existe todavía el repudio. Si, han leído bien, el repudio. Para muchos, ver o escuchar de forma cercana a un paciente oncológico genera rechazo. Un rechazo que produce daño. Hay mala e ingenua información, como escuchar en boca de alguien barbaridades tales como que la quimioterapia o el propio cáncer son contagiosos. En pleno siglo XXI da pavor escuchar estas estupideces.

Pensando en que “pasar al otro lado del mostrador de la oficina de farmacia” es cuestión de tiempo, nuestra mente y cuerpo cambia. Ahí es donde nuestra experiencia, temple y recorrido frente al mostrador servirá de guía para saber cómo encarar a los pacientes con cáncer. ¿Y si nuestra formación en este campo ha sido nula o no tenemos la más mínima intención de aprender?

Quise estudiar Farmacia y por eso terminé esta carrera tan bonita y también muy necesaria. Quise aprender y ayudar, empezando por nosotros mismos. A mi madre le diagnosticaron un cáncer. Me perdí, lo confieso. No supe qué hacer siendo farmacéutico. Por ello entiendo que debemos formarnos más en oncología. Con los años, me he dado cuenta de la importancia de nuestra profesión y de su enorme calidad humana. Creo que es el momento de generar una farmacia asistencial formada en oncología. Creo que es importante y más que necesario poner esta profesión en el camino del paciente oncológico y/o su cuidador. Debemos estar a la altura y de alguna manera demostrar que si sabemos acerca de algo tan cotidiano y que nos puede tocar de cerca.

Soy el primero que debo de aprender, y lo asumo, pero ahí hay grandes profesionales que saben y ayudan muchísimo: Farmacéuticos trabajando para el paciente oncológico y nosotros sin saberlo, Enfermeras, Médicos especializados, Técnicos en imagen, Pacientes activos, Cuidaores con experiencia, y un largo etcetera. VAMOS A UNIRMOS TODOS, nos necesitamos, aprendamos y ayudemos. Dejemos de un lado, lo personal, y hagamos una unión.

Puede que estas letras queden en el olvido mañana, o sencilla y llanamente se las lleve el viento como tantas cosas que arrastra, y que ahora mismo no me entendáis lo quiero decir. O sencillamente no hagais caso. Pero será cuando le toque a ella, o a él, a ti mismo, o de nuevo vuelva a mi vida por desgracia, cuando nos demos cuenta que fue tarde para empezar a aprender y hacerlo de una vez por todas, o …

¿Saben una cosa?, a día de hoy tengo miedo, tengo miedo de ver sangre, lo admito, por momentos quiero la oscuridad, por no querer mirar, lo admito. Se lo que conlleva todo esto, y no quiero pasarlo, o simplemente que ella lo viva por mí. O será, que quiero vivir algun día la felicidad o meramente respirarla.

¿Qué es lo malo de todo esto? Pues que en el momento que la luz se apague, vuelva la triste realidad. De cualquier forma, pienso que ya caemos en la cuenta de que muchas de esas personas ya van, en la mochila de tu vida, contigo. Y todo, porque en la vida las cosas no se imaginan, suceden, dejando huella en el corazón.

Por favor, no hagan que este camino quede aquí…hasta siempre.

Ishoo Budhrani
Farmacéutico

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