El cáncer de mama representa una de las neoplasias más frecuentes en mujeres a nivel mundial, y sus tratamientos, aunque eficaces, pueden tener un impacto significativo en el ecosistema microbiano del organismo (Nandi et al., 2023).
La investigación actual muestra que cuidar estos «microbios beneficiosos» no solo puede reducir los efectos secundarios, sino también mejorar la respuesta al tratamiento (Chapadgaonkar et al., 2023; Tintelnot et al., 2023). Como farmacéuticos, tenemos una oportunidad única de ayudar a nuestras pacientes a mantener una microbiota saludable, también durante el tratamiento del cáncer.
¿Qué es la microbiota y por qué es importante para la salud?
La microbiota humana es el conjunto de billones de microorganismos que viven en nuestro cuerpo, principalmente en el intestino, pero también en la boca, vagina y piel. Cuando la microbiota está en equilibrio, actúa como un escudo protector y un sistema de soporte metabólico. Sin embargo, los tratamientos oncológicos pueden alterar este delicado equilibrio, creando lo que llamamos «disbiosis», un desequilibrio que puede agravar los efectos secundarios y, sorprendentemente, incluso influir en la eficacia de los tratamientos (Bohm et al., 2025; Tintelnot et al., 2023).
Impacto de los tratamientos en la microbiota de la mujer
Los tratamientos para el cáncer de mama, quimioterapia, radioterapia y hormonoterapia, son muy agresivos para la microbiota, afectando no solo el intestino, sino también otros sitios del cuerpo de maneras específicas y clínicamente relevantes.
Microbiota oral: Cuando la boca pierde sus defensas
La cavidad oral alberga más de 700 especies de bacterias en un equilibrio delicado. Durante la quimioterapia, este ecosistema se tambalea. Las especies protectoras como Streptococcus salivarius disminuyen, mientras proliferan bacterias problemáticas como Fusobacterium nucleatum (Rodriguez-Arrastia et al., 2021). Esta alteración no es casualidad: esta disbiosis oral no es simplemente una consecuencia directa de la toxicidad de los fármacos quimioterápicos. La alteración del pH oral y la disminución de la producción de inmunoglobulina A secretora crean un ambiente favorable para el crecimiento de patógenos oportunistas. El resultado clínico es la temida mucositis oral, que puede ser tan severa que obliga a reducir las dosis de quimioterapia (Hong et al., 2019).
En el cáncer de mama triple negativo, estudios recientes han identificado que la composición de la microbiota oral puede incluso predecir la respuesta a la quimioterapia. Pacientes con mayor abundancia de Lactobacillus y Neisseria mostraron mejor respuesta al tratamiento, mientras que aquellos con predominio de especies de Clostridium tuvieron peor pronóstico (Fu et al., 2025). Esto sugiere que la microbiota oral no es solo una víctima de los tratamientos, sino que puede influir activamente en la eficacia terapéutica.
Microbiota vaginal: El impacto del hipoestrogenismo
La microbiota vaginal en mujeres sanas se caracteriza por el predominio de lactobacilos, especialmente Lactobacillus crispatus, L. jensenii, L. gasseri y L. iners, que representan hasta el 99% de la microbiota en condiciones normales. Estas bacterias mantienen el pH vaginal ácido mediante la producción de ácido láctico, crean una barrera protectora contra patógenos y producen sustancias antimicrobianas como el peróxido de hidrógeno.
Los tratamientos para el cáncer de mama, particularmente la quimioterapia y la hormonoterapia, provocan una disrupción significativa de este ecosistema. La quimioterapia puede causar una depleción directa de los lactobacilos, mientras que los inhibidores de la aromatasa utilizados en la hormonoterapia inducen un estado de hipoestrogenismo que favorece el crecimiento de bacterias patógenas (Aarnoutse et al., 2022). Esta disbiosis vaginal se manifiesta clínicamente como un síndrome genitourinario de la menopausia, caracterizado por sequedad vaginal, dispareunia, infecciones recurrentes y alteraciones del pH vaginal, que pueden afectar significativamente su calidad de vida.
Microbiota intestinal: El epicentro de los cambios
El tracto gastrointestinal, que alberga la mayor densidad de microorganismos del cuerpo humano, experimenta alteraciones profundas durante los tratamientos oncológicos. La quimioterapia provoca una disminución significativa de la diversidad microbiana, con reducción especial de especies beneficiosas como Bifidobacterium, Lactobacillus y Akkermansia muciniphila, mientras favorece el crecimiento de patógenos oportunistas como Clostridium difficile y enterobacterias (Aarnoutse et al., 2022).
Los estudios han demostrado que los pacientes con cáncer de mama sometidos a quimioterapia experimentan cambios en la ratio Firmicutes/Bacteroidetes, un indicador clave del equilibrio microbiano intestinal. Esta alteración se asocia con una disminución en la producción de ácidos grasos de cadena corta, metabolitos esenciales para el mantenimiento de la integridad de la barrera intestinal y la modulación de la respuesta inmune (Aarnoutse et al., 2022; Nandi et al., 2023).
La disbiosis intestinal inducida por la quimioterapia no solo contribuye a efectos secundarios gastrointestinales como diarrea, mucositis y malabsorción, sino que también puede influir en la eficacia del tratamiento. Estudios recientes han mostrado que pacientes con mayor diversidad microbiana intestinal y presencia de bacterias productoras de butirato como Faecalibacterium prausnitzii y especies de Roseburia tienen mejor respuesta a los tratamientos y menor incidencia de complicaciones (Liu et al., 2025; Nandi et al., 2023; Vernaci et al., 2023).
Microbiota de la piel: El órgano olvidado
Aunque menos estudiada en el contexto oncológico, la microbiota de la piel también se ve afectada por los tratamientos del cáncer de mama. La piel alberga aproximadamente 100 mil millones de microorganismos, pertenecientes principalmente a los filos Actinobacteria, Proteobacteria, Firmicutes y Bacteroidetes. Esta comunidad microbiana desempeña funciones importantes en la protección frente a patógenos, el mantenimiento del pH cutáneo y la modulación de la respuesta inflamatoria local (Skowron et al., 2021).
Los tratamientos oncológicos pueden alterar este equilibrio a través de múltiples mecanismos: la mielosupresión reduce las defensas locales, los cambios hormonales afectan la producción sebácea y la composición del microbioma, y algunos fármacos quimioterápicos pueden tener efectos directos sobre la microbiota cutánea. Estas alteraciones pueden manifestarse como dermatitis, infecciones cutáneas recurrentes, sequedad extrema y alteraciones en la cicatrización (Bai et al., 2025).
Consecuencias de la disbiosis en los tratamientos
La disbiosis no es solo un efecto colateral molesto: puede tener consecuencias serias, tanto en términos de efectos adversos como de eficacia del tratamiento. Como farmacéuticos, entender estas consecuencias nos permite intervenir de manera más efectiva.
Efectos secundarios relacionados con la disbiosis
La mucositis, tanto oral como gastrointestinal, está íntimamente ligada a la disbiosis. En condiciones normales, la microbiota beneficiosa ayuda a mantener la integridad de las mucosas. Cuando esta función se compromete, las mucosas se vuelven más vulnerables al daño de los quimioterápicos (Rodriguez-Arrastia et al., 2021).
La diarrea asociada a quimioterapia, que puede afectar hasta el 80% de pacientes, tiene un componente microbiano importante. El estudio de Aarnoutse et al. (2022) demostró claramente que pacientes con menor diversidad microbiana tenían significativamente más riesgo de desarrollar diarrea durante el tratamiento con docetaxel (Aarnoutse et al., 2022).
Las infecciones oportunistas representan otra consecuencia grave. La pérdida de la resistencia a la colonización, el efecto protector de la microbiota normal, permite que microorganismos patógenos proliferen. Esto es especialmente preocupante en pacientes inmunodeprimidas (Ting et al., 2022).
La fatiga asociada al cáncer, uno de los síntomas más debilitantes y persistentes, también puede estar relacionada con la disbiosis. La alteración de la microbiota intestinal puede afectar el eje intestino-cerebro, modificando la producción de neurotransmisores y promoviendo un estado de inflamación sistémica de bajo grado que contribuye a la sensación de fatiga y al deterioro del estado funcional (Madison & Kiecolt-Glaser, 2019).
Influencia en la eficacia de los tratamientos
Aquí encontramos uno de los hallazgos más fascinantes de la investigación reciente: la microbiota puede influir directamente en qué tan bien funcionan los tratamientos. En términos farmacocinéticos, ciertas bacterias intestinales pueden metabolizar directamente los fármacos quimioterápicos, alterando su biodisponibilidad y potencia. Por ejemplo, algunas especies de Mycoplasma y Gammaproteobacteria pueden inactivar la gemcitabina mediante la enzima citidina deaminasa, reduciendo la eficacia del tratamiento. Esta inactivación bacteriana puede ser una de las causas de resistencia al tratamiento en algunos pacientes (Arnone et al., 2025).
Pero la influencia va más allá del metabolismo directo. La microbiota modula la respuesta inmunitaria, que es crucial para que muchos tratamientos funcionen. Pacientes con mayor diversidad microbiana y presencia de especies específicas como Akkermansia muciniphila muestran mejor respuesta a varios tipos de tratamiento oncológico (Bohm et al., 2025)
Un hallazgo particularmente importante es la relación entre antibióticos y eficacia de tratamientos. Algunos estudios han demostrado que el uso de antibióticos de amplio espectro antes o durante el tratamiento se asocia con peor supervivencia, subrayando la importancia de preservar la microbiota (Elkrief et al., 2025).
Intervenciones desde la farmacia para mejorar la microbiota
Como farmacéuticos, estamos en una posición privilegiada para implementar intervenciones basadas en evidencia que promuevan el equilibrio microbiano. Nuestra accesibilidad y relación de confianza con las pacientes nos convierte en actores clave en este proceso.
Educación: La herramienta más poderosa
La educación constituye nuestra intervención más importante. Debemos explicar de manera clara y comprensible qué es la microbiota, por qué es importante durante el tratamiento, y cómo las pacientes pueden contribuir activamente a su cuidado. Esta educación debe ser práctica, adaptada al nivel de comprensión de cada paciente.
Estilo de vida: Calmando la tormenta interna
El estrés crónico es enemigo de la microbiota. Aumenta el cortisol, altera la motilidad intestinal y modifica el equilibrio bacteriano. Las técnicas de relajación como meditación, yoga o respiración profunda, no son «medicina alternativa», pero tienen efectos beneficiosos medibles sobre la diversidad microbiana (Madison & Kiecolt-Glaser, 2019).
El ejercicio físico regular, adaptado a las capacidades de cada paciente, también es beneficioso. Incluso caminar regularmente puede tener efectos positivos sobre la microbiota (Aya et al., 2021).
La calidad del sueño es otro factor crucial, ya que muchas bacterias intestinales muestran ritmos circadianos. Promover una buena higiene del sueño, incluyendo horarios regulares, evitar estimulantes antes del descanso y crear un ambiente propicio para el descanso, puede contribuir al mantenimiento del equilibrio microbiano (Madison & Kiecolt-Glaser, 2019).
Alimentación: Nutriendo a nuestros aliados microscópicos
La dieta mediterránea ha emergido como el patrón alimentario con mayor evidencia para el soporte de la microbiota durante el tratamiento oncológico (Bohm et al., 2025). Este patrón, rico en vegetales, frutas, legumbres, cereales integrales, frutos secos, pescado y aceite de oliva, ha demostrado efectos positivos tanto en la diversidad microbiana como en la respuesta al tratamiento.
La fibra dietética merece atención especial. Recomendamos al menos 25 gramos diarios de fuentes diversas: verduras, frutas, legumbres y cereales integrales. La fibra soluble es particularmente beneficiosa para promover el crecimiento de Bifidobacterium y Lactobacillus (Nshanian et al., 2025).
Los alimentos fermentados tradicionales como el yogur natural, el kéfir, el chucrut, el kimchi y otros vegetales fermentados pueden proporcionar bacterias beneficiosas vivas, aunque su impacto en pacientes oncológicos debe evaluarse individualmente. Estos alimentos son generalmente seguros y pueden complementar otras intervenciones probióticas (Crowder et al., 2023).
Probióticos: Selección basada en evidencia
No todos los probióticos son iguales. La selección debe basarse en la evidencia científica para cada cepa específica. Los beneficios observados con una cepa no pueden extrapolarse a otras, incluso del mismo género.
Se ha demostrado que L. rhamnosus GG aumenta la tasa de síntesis de células epiteliales, cura el daño a la barrera intestinal causado por la quimioterapia y mejora la diversidad bacteriana al tiempo que previene el crecimiento excesivo de bacterias patógenas. Podríamos recomendarlo para diarrea asociada a quimioterapia. La dosis típica es 1-2 × 1010 UFC al día, desde el inicio de la quimioterapia (Rodriguez-Arrastia et al. 2021).
Para mucositis oral, L. reuteri Prodentis ha mostrado beneficios (Galofré et al., 2018). Para soporte de microbiota vaginal, Lactobacillus rhamnosus GR-1 y Lactobacillus reuteri RC-14 han demostrado eficacia cuando se administran por vía oral (Marschalek et al., 2017).
La duración del tratamiento debe ser suficiente, mínimo 2-4 semanas, aunque en pacientes oncológicos puede beneficiarse mantener la suplementación durante todo el tratamiento activo.
Precauciones importantes
Aunque los probióticos tienen un excelente perfil de seguridad en la población general, en pacientes oncológicos debemos contar siempre en la farmacia con el consenso del equipo oncológico que lleva al paciente. Debemos tener especial precaución en pacientes con neutropenia severa, catéteres venosos centrales permanentes, o alteraciones graves de la barrera intestinal.
Los efectos secundarios más comunes son leves: distensión abdominal, flatulencia y cambios transitorios en las evacuaciones durante los primeros días. Cuando una paciente requiere antibióticos, debemos espaciar la administración del probiótico al menos 2-3 horas.
Consideraciones especiales y futuras direcciones
El campo de la microbiota y el cáncer está evolucionando rápidamente, con nuevas investigaciones que amplían constantemente nuestro conocimiento sobre las interacciones complejas entre microorganismos, tratamientos oncológicos y respuesta del huésped. Como farmacéuticos, debemos mantenernos actualizados con estos avances para poder ofrecer el mejor cuidado posible a nuestras pacientes. La medicina personalizada basada en la microbiota representa una de las fronteras más prometedoras. En el futuro, es posible que podamos realizar perfiles microbianos individualizados para predecir qué pacientes tienen mayor riesgo de desarrollar efectos secundarios específicos o qué probióticos serían más efectivos para cada persona. Algunos centros ya están implementando análisis de microbiota como herramienta clínica, aunque aún no está ampliamente disponible. Los probióticos de próxima generación y la integración de farmacogenómica con análisis de microbiota prometen revolucionar la selección de tratamientos. Mientras esperamos estos avances, debemos basar nuestras recomendaciones en evidencia sólida y mantener comunicación abierta con el equipo oncológico para ofrecer el mejor cuidado posible a nuestras pacientes.
AUTORES: Dra. Cristina Fente Sampayo, Miguel Uribe Arango, Cristina Lucas
@probioXperts y @farmaval
Bibliografía
Aarnoutse, R., Ziemons, J., Hillege, L. E., de Vos-Geelen, J., de Boer, M., Bisschop, S. M. P., Vriens, B. E. P. J., Vincent, J., van de Wouw, A. J., Le, G. N., Venema, K., Rensen, S. S., Penders, J., & Smidt, M. L. (2022). Changes in intestinal microbiota in postmenopausal oestrogen receptor-positive breast cancer patients treated with (neo)adjuvant chemotherapy. Npj Breast Cancer, 8(1). https://doi.org/10.1038/s41523-022-00455-5
Arnone, A. A., Ansley, K., Heeke, A. L., Howard-McNatt, M., & Cook, K. L. (2025). Gut microbiota interact with breast cancer therapeutics to modulate efficacy. EMBO Molecular Medicine, 17(2), 219–234.
Aya, V., Flórez, A., Perez, L., & Ramírez, J. D. (2021). Association between physical activity and changes in intestinal microbiota composition: A systematic review. PLoS One, 16(2), e0247039.
Bai, J., Gong, C., Hu, Y.-J., Bruner, D. W., Torres, M. A., Buchwald, Z. S., & Lin, J. Y. (2025). Skin Microbiome, Inflammation, and Skin Toxicities in Women With Breast Cancer Receiving Moderately Hypofractionated Radiation Therapy. International Journal of Radiation Oncology* Biology* Physics.
Bohm, M. S., Joseph, S. C., Sipe, L. M., Kim, M., Leathem, C. T., Mims, T. S., Willis, N. B., Tanveer, U. A., Elasy, J. H., & Grey, E. W. (2025). The gut microbiome enhances breast cancer immunotherapy following bariatric surgery. JCI Insight, 10(11), e187683.
Chapadgaonkar, S. S., Bajpai, S. S., & Godbole, M. S. (2023). Gut microbiome influences incidence and outcomes of breast cancer by regulating levels and activity of steroid hormones in women. In Cancer Reports (Vol. 6, Issue 11). https://doi.org/10.1002/cnr2.1847
Crowder, S. L., Jim, H. S. L., Hogue, S., Carson, T. L., & Byrd, D. A. (2023). Gut microbiome and cancer implications: Potential opportunities for fermented foods. Biochimica et Biophysica Acta (BBA)-Reviews on Cancer, 1878(3), 188897.
Elkrief, A., Routy, B., Derosa, L., Bolte, L., Wargo, J. A., McQuade, J. L., & Zitvogel, L. (2025). Gut Microbiota in Immuno-Oncology: A Practical Guide for Medical Oncologists with a Focus on Antibiotics Stewardship. American Society of Clinical Oncology Educational Book, 45(3), e472902.
Fu, X., Huang, Z., Li, Z., Chen, Z., Wu, Z., Yang, Q., & Li, H. (2025). Oral microbiome components predict response to neoadjuvant chemotherapy in triple-negative breast cancer patients. Frontiers in Oncology, 15, 1546044.
Galofré, M., Palao, D., Vicario, M., Nart, J., & Violant, D. (2018). Clinical and microbiological evaluation of the effect of Lactobacillus reuteri in the treatment of mucositis and peri‐implantitis: A triple‐blind randomized clinical trial. Journal of Periodontal Research, 53(3), 378–390.
Hong, B. Y., Sobue, T., Choquette, L., Dupuy, A. K., Thompson, A., Burleson, J. A., Salner, A. L., Schauer, P. K., Joshi, P., Fox, E., Shin, D. G., Weinstock, G. M., Strausbaugh, L. D., Dongari-Bagtzoglou, A., Peterson, D. E., & Diaz, P. I. (2019). Chemotherapy-induced oral mucositis is associated with detrimental bacterial dysbiosis. Microbiome, 7(1). https://doi.org/10.1186/s40168-019-0679-5
Liu, Y., Ning, H., Li, Y., Li, Y., & Ma, J. (2025). The microbiota in breast cancer: dysbiosis, microbial metabolites, and therapeutic implications. American Journal of Cancer Research, 15(4), 1384.
Madison, A., & Kiecolt-Glaser, J. K. (2019). Stress, depression, diet, and the gut microbiota: human–bacteria interactions at the core of psychoneuroimmunology and nutrition. In Current Opinion in Behavioral Sciences (Vol. 28). https://doi.org/10.1016/j.cobeha.2019.01.011
Marschalek, J., Farr, A., Marschalek, M.-L., Domig, K. J., Kneifel, W., Singer, C. F., Kiss, H., & Petricevic, L. (2017). Influence of orally administered probiotic Lactobacillus strains on vaginal microbiota in women with breast cancer during chemotherapy: a randomized placebo-controlled double-blinded pilot study. Breast Care, 12(5), 335–339.
Nandi, D., Parida, S., & Sharma, D. (2023). The gut microbiota in breast cancer development and treatment: The good, the bad, and the useful! In Gut Microbes (Vol. 15, Issue 1). https://doi.org/10.1080/19490976.2023.2221452
Nshanian, M., Gruber, J. J., Geller, B. S., Chleilat, F., Lancaster, S. M., White, S. M., Alexandrova, L., Camarillo, J. M., Kelleher, N. L., & Zhao, Y. (2025). Short-chain fatty acid metabolites propionate and butyrate are unique epigenetic regulatory elements linking diet, metabolism and gene expression. Nature Metabolism, 7(1), 196–211.
Rodriguez-Arrastia, M., Martinez-Ortigosa, A., Rueda-Ruzafa, L., Ayora, A. F., & Ropero-Padilla, C. (2021). Probiotic supplements on oncology patients’ treatment-related side effects: A systematic review of randomized controlled trials. In International Journal of Environmental Research and Public Health (Vol. 18, Issue 8). https://doi.org/10.3390/ijerph18084265
Skowron, K., Bauza-Kaszewska, J., Kraszewska, Z., Wiktorczyk-Kapischke, N., Grudlewska-Buda, K., Kwiecińska-Piróg, J., Wałecka-Zacharska, E., Radtke, L., & Gospodarek-Komkowska, E. (2021). Human skin microbiome: Impact of intrinsic and extrinsic factors on skin microbiota. Microorganisms, 9(3), 543.
Ting, N. L. N., Lau, H. C. H., & Yu, J. (2022). Cancer pharmacomicrobiomics: targeting microbiota to optimise cancer therapy outcomes. Gut, 71(7). https://doi.org/10.1136/gutjnl-2021-326264
Tintelnot, J., Xu, Y., Lesker, T. R., Schönlein, M., Konczalla, L., Giannou, A. D., Pelczar, P., Kylies, D., Puelles, V. G., Bielecka, A. A., Peschka, M., Cortesi, F., Riecken, K., Jung, M., Amend, L., Bröring, T. S., Trajkovic-Arsic, M., Siveke, J. T., Renné, T., … Gagliani, N. (2023). Microbiota-derived 3-IAA influences chemotherapy efficacy in pancreatic cancer. Nature, 615(7950). https://doi.org/10.1038/s41586-023-05728-y
Vernaci, G., Savarino, E. V., Patuzzi, I., Facchin, S., Zingone, F., Massa, D., Faggioni, G., Giarratano, T., Miglietta, F., & Griguolo, G. (2023). Characterization of gut microbiome composition in patients with triple-negative breast cancer treated with neoadjuvant chemotherapy. The Oncologist, 28(9), e703–e711.