Una paciente joven de 35 años es diagnosticada dos semanas después del parto de su primer hijo, de un carcinoma de ovario. El diagnóstico refiere que además tiene invasión de ganglios. Esa joven es tratada con una primera tanda de seis ciclos de quimioterapia con dos agentes complementarios con buena tolerancia y aparentemente buen resultado. Sin embargo, un año después, tras el segundo control realizado semestralmente, los oncólogos médicos encuentran que los marcadores tumorales han aumentado y se constata la recidiva del tumor. Se decide, según el protocolo aceptado para estos casos, iniciar una nueva tanda de quimioterapia con otro agente.
Durante la administración del primer ciclo, la paciente siente que presenta una especie de calor facial pero que luego va afectando a todo el cuerpo durante las horas que está en el Hospital de Día. Un mes después, y tras haber avisado de dicho evento, los médicos deciden dar un tratamiento previo, llamado a veces pre-medicación, habitual en estos casos, para intentar evitar esa reacción adversa. Sin embargo, la paciente advierte al poco de comenzar, un malestar general intenso junto con sensación de que le falta el aire y sus pulmones no llegar a llenarse. Esto hace que se suspenda inmediatamente la administración quimioterapia y se le administre tratamiento urgente con oxígeno y adrenalina. Tres días más tarde se vuelve a intentar completar su administración pero esta vez con aún mayor precaución, con una administración extremadamente lenta y con dosis altas de pre-medicación. A pesar de todo, la paciente vuelve a presentar dificultad para respirar, palpitaciones intensas y el calor corporal intenso similar al de un mes antes.
Se suspende la quimioterapia, se administra el tratamiento de Urgencias habitual en estos casos y la paciente se recupera completamente aunque por precaución se queda ingresada durante 24 horas. Finalmente, se decide cambiar a un quimioterápico alternativo, con menor grado de eficacia. No obstante, se observa después del cuarto ciclo que el tumor avanza pues los marcadores siguen aumentando. Se decidió conjuntamente con la paciente, cambiar a un tercer quimioterápico, pero sucede igualmente después de cuatro ciclos, que los marcadores junto con el tumor irremediablemente avanzan.
Este caso real fue presentado al congreso de la Academia Americana de Alergia y publicado en la revista científica número uno en el campo de Alergia (Journal Allergy & Clnical Immunology) hace ya más de 25 años. El hecho que hizo de este un caso especial fue la resolución por la que los médicos oncólogos decidieron optar: se consultó a los médicos especialistas en Alergia. Éstos últimos, tras constatar mediante pruebas alérgicas que efectivamente se trataba de reacciones de origen inmuno-alérgico, propusieron la realización de un proceso que hasta ese momento se usaba exclusivamente para los antibióticos derivados de la penicilina, los antibióticos betalactámicos, y a nivel de Unidades de Cuidados Intensivos: la desensibilización. En ese preciso momento, se abrió la esperanza para muchas mujeres que, habiendo tenido reacciones con sus respectivas quimioterapias, se les había tenido que cambiar la pauta y el quimioterápico más adecuado por uno, normalmente con menor eficacia, con las repercusiones que tenía por su posible cambio en la esperanza de vida.
Este proceso de desensibilización, es un acto médico complejo y de riesgo, que consiste en la administración de un medicamento al que se es alérgico. En este proceso se fuerza a que los mastocitos (las células del sistema inmunitario innato que desencadenan las reacciones alérgicas), y mediante una especie especie de treta, a que estén temporalmente en un estado de ausencia de respuesta. Este proceso de desensibilización, una vez preparado el paciente y con el protocolo adecuado que impida que algunos de los mediadiores de la respuesta alérgica actúen mientras están bloqueados, consigue de manera temporal que durante la administración del medicamento no se tengan signos ni síntomas de alergia. Pero he aquí la clave: es un proceso temporal.
La desensibilización no quiere decir que cure la alergia o que alguien deje de ser alérgico, sino que se fuerza al sistema inmunitario del paciente a que no actúe durante unas horas en las que se aprovecha para la administración de la dosis completa de la quimioterapia. Si es necesario un nuevo ciclo del mismo, habría que hacer nuevamente otra desensibilización.
Desde entonces, esos protocolos iniciales se han estudiado y se siguen estudiando mejor, se han desarrollado y se siguen desarrollando y se han extendido a prácticamente todos los tratamientos de quimioterapìa, incluyendo los nuevos tratamientos biológicos mediante la tecnología de la producción de anticuerpos monoclonales. El estudio y desarrollo de la desensibilización en quimioterapia se han llevado a cabo principalmente por grupos de excelencia tales como los dirigidos por la española afincada en EEUU, la Dra. Mariana Castells, jefa del programa de desensibilización del Hospital Brigham and Women de la Universidad de Harvard en Boston.
https://physiciandirectory.brighamandwomens.org/details/1728/maria-castells-rheumatology_immunology_and_allergy-brookline
Estos protocolos se han compartido a nivel mundial y su uso ha ido extendiéndose también en España. En la actualidad, su aplicación está implantada en la práctica totalidad de los hospitales de tercer nivel de casi todas la Comunidades Autónomas españolas. Los días 22 y 23 de noviembre de 2019 se ha desarrollado en Barcelona el noveno curso de avances desensibilización a medicamentos en el que hemos tenido la fortuna de contar con la experiencia y conocimiento de la Dra Castells, así como de algunos de los alergólogos de los Hospitales punteros en España en la realización de estos procesos.
La desensibilización con medicamentos, en el caso de los quimioterápicos, requiere la coordinación de múltiples servicios tales como Oncología, Alergología, Inmunología, Farmacia hospitalaria, Hospital de Día y Supervisión de Enfermería. En algunas ocasiones también con las Unidades de Cuidados Intensivos. Gracias a la predisposición para colaborar entre especialidades, se intenta soslayar los resultados de una reacción alérgica: no solo la incomodidad de presentar una reacción durante el duro proceso de recibir la “quimio” en el Hospital de Día correspondiente, sino la consecuencia final de tener que utilizar un tratamiento alternativo que no siempre es tan eficaz como el inicialmente indicado según el protocolo de cada tumor en cada paciente. El siguiente reto es intentar adecuar los circuitos intrahospitalarios de estos pacientes mediante una coordinación eficiente. La colaboración interdisciplinar debe redundar siempre en beneficio del paciente, centro del sistema.
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