Ejercicio físico y cáncer

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Virginia Payno, Bárbara Polín.

El cáncer, junto con las enfermedades cardiovasculares, son la principal causa de muerte prematura en los países desarrollados (1). Se trata de una enfermedad donde se produce una multiplicación descontrolada de algunas células, pudiendo diseminarse a otras partes del cuerpo. Éste puede ser causado por factores externos como factores ambientales; como tabaco, polución, radiaciones o también malos hábitos alimenticios o sedentarismo.Entre los internos hablaríamos ya a nivel de predisposición genética. Se considera que aproximadamente la mitad de los cánceres podrían prevenirse evitando exponernos a esas sustancias, además de mejorar nuestro estilo de vida incluyendo el ejercicio físico.

Las manifestaciones clínicas del cáncer son diversas, como astenia, anorexia, pérdida de peso y empeoramiento de la capacidad física. Además los tratamientos que reciben los pacientes como la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia los vuelven inactivos, siendo la inactividad física responsable del 33% de su mala condición física y fatiga.

Se ha visto que uno de cada seis cánceres está relacionado con la inflamación crónica tisular y el ejercicio disminuye la inflamación crónica en los tejidos. Algunos estudios sugieren que el ejercicio físico provoca la reducción de las cascadas inflamatorias implicadas en procesos tumorales (2), disminuyendo también el estrés oxidativo, ya que éste es considerado un factor determinante, tanto en el inicio como en la progresión de la enfermedad(3).

El ejercicio estimula y fortalece el sistema inmune, y hace que las natural killers, los linfocitos que están en primera línea de defensa, sean más agresivas para eliminar virus, patógenos y células tumorales. La actividad física mejora también la resistencia a la sensibilidad a la insulina, lo que puede provocar un mayor riesgo de diabetes, obesidad y cáncer. Además, mejora la circulación sanguínea y la salud de nuestras mitocondrias, por lo que ayuda a eliminar radicales libres (estrés oxidativo) que pueden influir en nuestro riesgo de padecer cáncer (7).

La fatiga no solo aparece en cánceres activos sino que también lo hace en pacientes que han sido sometidos a tratamientos muy agresivos .

Hoy en día existe una amplia evidencia epidemiológica que asocia la actividad física regular con un menor riesgo para desarrollar cáncer de colon proximal y distal, cáncer de endometrio (en mujeres con sobrepeso u obesidad, post-menopáusicas), cáncer de mama, cáncer de próstata, cáncer esófago-gástrico, cáncer de ovario, cáncer renal, cáncer de pulmón y cáncer de páncreas.
Algunos estudios apuntan a que a menor edad de inicio de la actividad física mayor protección frente al desarrollo del cáncer de mama (4).

Tabla(9)

También durante el tratamiento el ejercicio físico nos va a ayudar a mantener la masa y fuerza muscular, mejorando la capacidad cardiovascular, el estado de ánimo, la salud ósea, y una mejor tolerarancia de los tratamientos, mejorando a su vez la astenia y el cansancio. Además el ejercicio físico ayuda a reducir la mortalidad en pacientes que han sido tratados por cáncer, sobre todo en el de mama y colon (5).

Como hemos dicho,el ejercicio más beneficioso es aquel que nos ayuda a mantener una composición corporal adecuada, trabajando la masa muscular en los pacientes que la pierden, y trabajando un aumento del gasto calórico en aquellos que tienen que perder peso. Esto nos ayuda a mantener un estado de salud y de calidad de vida bastante elevado. Es importante la combinación de ejercicio aeróbico con ejercicio de fuerza. En concreto, los ejercicios de fuerza deberían ser ejercicios muy suaves que incluso puedan realizarse sentados.

Las recomendaciones de ejercicio físico de intensidad moderada deben incluir ejercicios que impliquen los principales grupos musculares cinco veces por semana, según estudios de las Asociaciones americana y canadiense del cáncer (6). Lo ideal es realizar tres días de ejercicio cardiovascular que mejore la potencia de nuestro corazón y la circulación sanguínea más dos días de ejercicio de tonificación o de fuerza. Éste último ha demostrado ser cada vez más importante, sobre todo en los mayores y en los pacientes que tienen pérdida de masa muscular, porque ayuda a recuperarla,a mantenerla y a mejorar la funcionalidad de los pacientes, lo cual impacta mucho en su día a día.

También es importante que los programas de ejercicio sean progresivos en el tiempo y se vaya aumentando tanto en número de ejercicios como en intensidad. A partir de los 300 minutos de ejercicio a la semana existen aún más beneficios, especialmente en las mujeres jóvenes a la hora de prevenir tumores hormonales.

Tabla(9)

DIFERENCIAS ENTRE ACTIVIDAD Y EJERCICIO FÍSICO

Existen diferencias entre actividad física y ejercicio físico: 

La diferencia entre actividad física y ejercicio físico es importante: el ejercicio físico es necesario para que disminuyan los aspectos adversos relacionados con el tratamiento del cáncer. Además, es recomendable realizar actividad física para disminuir el sedentarismo,ésta engloba actividades básicas,fáciles y también necesarias para los pacientes.

Actividad física es cualquier movimiento que genera un gasto energético, por ejemplo, caminar, desplazarse en bicicleta, subir escaleras, etc.
Ejercicio físico es un movimiento estructurado en series y repeticiones, que tiene el objetivo de provocar fatiga (cansancio) o esfuerzo, por ejemplo, realizar 3 series de 15 sentadillas o abdominales. 

TIPOS DE EJERCICIO FÍSICO RECOMENDABLES DURANTE EL TRATAMIENTO DEL CÁNCER.

Los distintos ejercicios físicos deben ser supervisados por un terapeuta o entrenador(a) personal, adaptándose a las limitaciones post- quirúrgicas y los tratamientos de quimioterapia y/o radioterapia (6).

Ejercicios cardiovasculares: también conocidos como ejercicios aeróbicos, son aquellos que implican grandes grupos de músculos y que se realizan, principalmente con desplazamientos. Por ejemplo, correr, natación, ciclismo, baile, etc.
Los ejercicios cardiovasculares ayudan a mejorar la función cardiaca y pulmonar, reduciendo el riesgo de padecer enfermedades de corazón, derrames cerebrales y otras enfermedades vasculares.
Ejercicios de fuerza: son aquellos en los que se tiene que superar una resistencia varias veces. Esta resistencia se crea con la ayuda de un objeto, como por ejemplo la cinta elástica o nuestro propio cuerpo.
Los ejercicios de fuerza ayudan a mejorar la fuerza física, el equilibrio y la musculatura.
Ejercicios de flexibilidad: éstos ayudan a mejorar el funcionamiento de las articulaciones. Se practican siempre después de un entrenamiento para relajar los músculos.
No es aconsejable hacer ejercicios de flexibilidad antes de un entrenamiento ya que pueden provocar lesiones. 

En el caso de aquellos pacientes que llevan un catéter o acceso venoso pueden realizar ejercicio pero siempre asegurándose que éstos estén bien sujetos, tanto el acceso, catéter y apósito.

Fases, frecuencia e intensidad 

Los ejercicios se practican en 2 fases: 

Fase de adaptación: esta fase se practica durante las primeras 8 semanas de ejercicio para que el cuerpo se acostumbre a la actividad de forma progresiva. 

Fase de mantenimiento o rutina: esta fase comienza a partir de la novena semana de ejercicio, después de la fase de adaptación. Los ejercicios de esta fase pueden seguir practicándose indefinidamente para mantener un buen estado físico.
Cada ejercicio se debe componer de 2 a 3 series. 

CONCLUSIONES

La actividad física de intensidad moderada realizada de manera regular ha demostrado en diversos estudios que disminuye el riesgo de padecer cáncer hasta en un 50% según el tipo de patología (7). Sus beneficios en pacientes oncológicos están siendo también evidenciados con numerosos estudios (8), tanto durante el tratamiento como una vez finalizado, obteniéndose mejores resultados, un aumento en la calidad de vida de los pacientes y una mayor tasa de supervivencia.

BIBLIOGRAFÍA

• “Hallmarks of cancer: the next generation”, Hanahan D, Weinberg RA, Cell, 2011; 144: 646-74.
• “El deporte y la actividad física en la prevención del cáncer”, Francisco López- Köstner Dr., Zárate Alejandro J.C., Revista Médica Clínica Los Condes, 2012; 23(3) 262-265.
• “Sport and Oxidative stress in oncological patients”, Knop K. Et al., Int J Sports Med. 2011 Nov 17.
• “Energy balance and breast cancer risk”, Malin A. et al., Cancer Epidemiol Biomarkers Prev. 2005; 14: 1496-501.
• “Physical activity, diet, adiposity and female cancer prognosis: a review of the epidemiologic literature”, Patterson RE, Cadmus LA, Emond JA, Pierce JP., Mauritas 201; 66: 5-15.
• “Actividad física en pacientes oncológicos de cáncer de mama: ¿terapia médica deportiva no farmacológica? Revisión sistemática”, Diego Fernández- Lázaro et al., Arch Med Deporte 2020; 37(4): 266-274.
• “Actividad física y riesgo de cáncer”, American Society of Clinical Oncology.
• “Exercise, aging and cancer”, Kerry S Courneya et al., Appl Physiol Nutr Metab, 2007; 32(6): 1001-7.
9. “Exercise, aging and cancer”, Kerry S Courneya et al., Appl Physiol Nutr Metab, 2007; 32(6): 1001-7.

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