EL EJERCICIO DE FUERZA Y LA PREVENCIÓN DEL CÁNCER

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La relación entre el ejercicio de fuerza y la prevención del cáncer es un tema de creciente interés en la investigación médica y el bienestar general. A medida que avanzamos en la comprensión de los factores que contribuyen al desarrollo del cáncer, se destaca la importancia del deporte de fuerza como una herramienta valiosa en la prevención de esta enfermedad devastadora.

Numerosos estudios han demostrado que la actividad física regular, incluido el entrenamiento de fuerza, puede ayudar a reducir el riesgo de varios tipos de cáncer, incluidos el de colon, mama y endometrio. Según la Sociedad Estadounidense del Cáncer, los adultos deben realizar al menos 150 minutos de ejercicio aeróbico de intensidad moderada o 75 minutos de alta intensidad por semana, junto con actividades de fortalecimiento muscular dos o más días a la semana.

Un estudio reciente publicado en el Journal of the National Cancer Institute analizó datos de más de 80.000 adultos y encontró que aquellos que practicaban entrenamiento de fuerza tenían un menor riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer, incluidos el de colon, recto y mama. El estudio también encontró que los beneficios del entrenamiento de fuerza eran independientes de otras formas de actividad física, como el ejercicio aeróbico.

La base de esta conexión radica en los múltiples beneficios que el entrenamiento de fuerza aporta al organismo. Uno de los aspectos clave es el mantenimiento de un peso corporal saludable. La obesidad se ha identificado como un factor de riesgo significativo para varios tipos de cáncer, incluyendo el de mama, colon, riñón y páncreas. El ejercicio de fuerza, al aumentar la masa muscular y mejorar la composición corporal, puede ayudar a prevenir el aumento de peso no saludable y reducir este riesgo.

Además, el ejercicio de fuerza desempeña un papel fundamental en el fortalecimiento del sistema inmunológico. Un sistema inmunológico robusto es vital para combatir las células cancerosas y prevenir su proliferación. Durante el entrenamiento de fuerza, se producen cambios a nivel celular que mejoran la respuesta inmunitaria, lo que puede contribuir a la defensa del cuerpo contra el desarrollo de células cancerosas.

Otro aspecto clave es la regulación hormonal. Varios tipos de cáncer están vinculados a desequilibrios en las hormonas del cuerpo, y el ejercicio de fuerza puede influir positivamente en este aspecto. La actividad física regular, incluido el entrenamiento de fuerza, ayuda a regular las hormonas relacionadas con el crecimiento celular, como por ejemplo la insulina, reduciendo así el riesgo de cánceres asociados a estas sustancias.

La salud ósea es un componente esencial del bienestar general y, sorprendentemente, también está relacionada con la prevención del cáncer. El entrenamiento de fuerza, al someter a los huesos a una carga, estimula la formación de tejido óseo y mejora la densidad mineral. Esto no solo previene enfermedades óseas, sino que también reduce el riesgo de ciertos tipos de cáncer, como el cáncer de próstata.

En el ámbito muscular, el ejercicio de fuerza contribuye a la salud metabólica. La resistencia muscular y la sensibilidad a la insulina mejoran con el entrenamiento regular, lo que reduce la probabilidad de desarrollar condiciones metabólicas como la diabetes tipo 2. Dado que la diabetes se asocia con un mayor riesgo de varios tipos de cáncer, el control de esta enfermedad a través del ejercicio de fuerza puede tener un impacto positivo en la prevención del cáncer.

Además, el entrenamiento de fuerza puede ayudar a reducir la inflamación crónica, que se ha relacionado con un mayor riesgo de cáncer. Al reducir la inflamación, el entrenamiento de fuerza puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar cáncer y otras enfermedades crónicas.

Es crucial destacar que estos beneficios no son exclusivos de un grupo demográfico particular. Tanto hombres como mujeres de diferentes edades pueden disfrutar de las ventajas del entrenamiento de fuerza en la prevención del cáncer. Las directrices de actividad física de organizaciones de salud reconocidas, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), enfatizan la importancia de incluir tanto ejercicios aeróbicos como de fuerza en la rutina semanal.

A pesar de los beneficios evidentes, es esencial abordar el ejercicio de fuerza como parte de un enfoque integral para la salud. Una dieta equilibrada, la abstinencia del tabaco, evitar el sedentarismo y el consumo moderado de alcohol son igualmente cruciales en la prevención del cáncer. La combinación de estos factores puede maximizar los resultados y crear un entorno más resistente a la enfermedad.

Para incorporar el ejercicio de fuerza de manera efectiva, es aconsejable buscar la orientación de profesionales de la salud y entrenadores especializados en pacientes oncológicos dentro del equipo de trabajo multidisciplinar. Un enfoque gradual y personalizado garantiza que las personas se involucren en actividades que se adapten a sus habilidades y necesidades individuales. Además, se fomenta la variedad en los ejercicios y actividades para abordar diferentes grupos musculares y mantener el interés y la adherencia a lo largo del tiempo.

La conciencia pública sobre la relación entre el ejercicio de fuerza y la prevención del cáncer es crucial. Las campañas educativas y los programas de promoción de la salud pueden desempeñar un papel importante en la difusión de información precisa y motivar a las personas a adoptar un estilo de vida activo. La prevención del cáncer no solo beneficia al individuo, sino que también tiene un impacto significativo en la carga de enfermedad a nivel global y en los sistemas de atención médica.

No debemos olvidar, que el ejercicio físico no sólo ayuda a prevenir algunos tipos de cáncer, sino que también facilita la funcionalidad a los supervivientes en su día a día y mejora las alteraciones producidas por los tratamientos como pueden ser las limitaciones físicas tras una intervención quirúrgica, la fatiga, problemas de sueño, efectos psicológicos adversos o la osteoporosis, entre otros, aportando numerosos beneficios comentados anteriormente, recomendando siempre actividades o entrenamientos al aire libre, entrenamientos en grupo bien guiados, y el poder observar pequeños progresos individuales, superando metas y consiguiendo pequeños objetivos determinados.

En conclusión, el ejercicio de fuerza emerge como un componente fundamental en la prevención del cáncer. Los beneficios que aporta al peso corporal, al sistema inmunológico, a la regulación hormonal, a la salud ósea y al metabolismo son fundamentales en la lucha contra esta enfermedad. Al incorporar el entrenamiento de fuerza como parte de un enfoque integral para la salud, las personas pueden tomar medidas proactivas para reducir su riesgo de cáncer y mejorar su bienestar general.

Daniel Mercado Cabrejas
Técnico Emergencias Sanitarias SAMUR-PC
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