Son tiempos de pandemia, son tiempos de confinamiento, son tiempos de retos. Son tiempos de minimalismo obligado en lo que compramos, en el ocio que consumimos, en lo que comemos, en lo que nos movemos, hasta en lo que comunicamos.
El último mes y medio ha sido una absoluta revolución de nuestra forma de vida. ¿Quién se podía imaginar que un virus iba a poner patas arriba en tan solo mes y medio todos los paradigmas en los que se fundamenta la sociedad moderna? Pero así ha sido, entre mascarillas, guantes y gel hidroalcohólico el misterio de la vida nos ha vuelto a poner delante de las narices cuáles son de verdad nuestras necesidades más básicas; y yo me atrevería a decir que lo que nos ha demostrado es que hay muy pocas cosas que son necesidad, y muchas que son accesorios.
Este virus ha sacado a pasear nuestros cerebros más primitivos, esos que son minimalistas por naturaleza, porque tiene muy claro que las plataformas de series bajo demanda o renovar el armario cada seis meses no son claves para nuestra supervivencia.
Minimalismo que es necesario aplicar también a nuestra forma de comunicar. Llevo 15 años trabajando en comunicación y he sido testigo en primera persona de la evolución de la nota de prensa impresa con un CD de fotos, a los dossieres de prensa digitales y a las campañas con influencers. Pero lo que he visto en estas últimas seis semanas ha sido un paso más.
Esta crisis ha supuesto el despertar de muchos profesionales especializados en distintos ámbitos, el despertar hacia la comunicación directa con su cliente. Las redes sociales y la creación de contenido no son solo herramientas de venta, son canales potentísimos de transmisión de información a las que el consumidor recurre cada vez más como primera fuente de información. ¿Quién mejor que explicarte cómo colocarte una mascarilla que un profesional sanitario? ¿Quién mejor que enseñarte a aliviar tus dolores de espalda que un fisioterapeuta o un entrenador?
Los seguidores no te hacen experto en nada. La formación y la experiencia, si.
Pero cuidado, comunicar no es crear contenido sin más, comunicar es crear contenido que aporte valor a quien lo recibe, contenido que cambie vidas aunque sea solo un poquito; comunicar, como todo en esta vida, tiene que tener un porqué. Hacer directos sin ton ni son en Instagram, emitir episodios de podcast casi diarios dándole vueltas al mismo tema, copiar y pegar frases célebres de filósofos sobre fotos inspiradoras, en definitiva, vomitar contenido solo por el hecho de ‘estar ahí’ no sirve para nada más que liberar la ansiedad que sentimos ante esta situación.
Para, escucha y observa. ¿Tú qué puedes ofrecer? ¿Qué necesita el que está al otro lado?