Ángel Acisclo Huélamo Villanueva
Farmacéutico Salubrista.
Experto en Gestión y Dirección de ENL-Experto en Salud Pública y Desarrollo.
CEO-Fundador AHP Impacto
Fundador de Más Que Farmacia ORG
Introducción
Hablar de cáncer es hablar de una de las realidades sanitarias y sociales más complejas de nuestro tiempo. La enfermedad no solo impacta en la salud física de quienes la padecen, sino que también transforma sus vidas, sus familias, sus entornos laborales y comunitarios. Aunque los avances científicos han permitido que cada vez más personas sobrevivan y convivan con el cáncer, el camino no termina con el alta hospitalaria o con la finalización de los tratamientos médicos. Es aquí donde entra en juego la prevención terciaria, un nivel de prevención que, a menudo, se percibe como invisible, pero que es esencial para garantizar la calidad de vida de los pacientes.
La prevención terciaria tiene como objetivo reducir las complicaciones, secuelas y discapacidades que puedan derivarse de la enfermedad y sus tratamientos. Va más allá del control clínico y se centra en la recuperación funcional, la reinserción social, el acompañamiento emocional y el empoderamiento de las personas para reconstruir sus proyectos vitales. Y en esta tarea, las asociaciones de pacientes y, en general, las entidades del tercer sector tienen un papel absolutamente central.
Como profesional sanitario que he dedicado gran parte de mi trayectoria a la salud pública y, especialmente, a su dimensión social, he aprendido que la verdadera batalla contra el cáncer no se libra solo en los hospitales, sino también en los espacios comunitarios, en las redes de apoyo, en el trabajo paciente y constante de las asociaciones. Allí, donde la vulnerabilidad es mayor, la acción social se convierte en salud.
Qué entendemos por prevención terciaria
En el esquema clásico de la prevención en salud distinguimos tres niveles:
• Prevención primaria, destinada a evitar la aparición de la enfermedad (hábitos saludables, vacunación, control de factores de riesgo).
• Prevención secundaria, orientada a la detección precoz para mejorar el pronóstico (cribados poblacionales, diagnósticos tempranos).
• Prevención terciaria, que busca limitar los efectos de la enfermedad una vez instaurada, evitar recaídas y, sobre todo, mejorar la calidad de vida.
La prevención terciaria en cáncer es compleja porque implica intervenir en varias dimensiones al mismo tiempo: la médica, la funcional, la psicológica, la social y la comunitaria. No se trata únicamente de ofrecer revisiones periódicas o pruebas de seguimiento, sino también de atender las secuelas físicas (linfedema, fatiga crónica, problemas de movilidad), los efectos psicológicos (ansiedad, depresión, miedo a la recaída), y los sociales (estigmatización, dificultades laborales, aislamiento).
En definitiva, hablamos de un abordaje integral que sitúa a la persona en el centro. Porque sobrevivir al cáncer no debería significar únicamente seguir vivo, sino poder vivir con dignidad, con autonomía y con esperanza.
La aportación de las asociaciones de pacientes
Las asociaciones de pacientes han demostrado en los últimos años, ser auténticos motores de innovación social y sanitaria en el campo del cáncer. Su papel es complementario al de los sistemas de salud, pero no menos esencial. Su papel se apoya en las siguientes acciones.
1. Acompañamiento emocional y apoyo mutuo
Muchas personas, tras superar los tratamientos más duros, se encuentran con un vacío. Ya no tienen la rutina de visitas médicas tan frecuentes, pero siguen conviviendo con temores, secuelas y dudas. En ese espacio, el acompañamiento que brindan las asociaciones —a través de grupos de apoyo, voluntariado o actividades comunitarias— es fundamental. Nadie entiende mejor que otro paciente lo que significa el miedo a una recaída, el impacto de una cicatriz o la incertidumbre sobre el futuro.
2. Rehabilitación y reinserción
Existen asociaciones que desarrollan programas específicos de rehabilitación física (ejercicio adaptado, fisioterapia para linfedema, talleres de nutrición) o de inserción laboral, facilitando que las personas recuperen su autonomía y vuelvan a sentirse útiles en la sociedad.
3. Información y educación sanitaria
Frente a la avalancha de información —y desinformación— disponible en internet, las asociaciones ofrecen materiales fiables, claros y adaptados, ayudando a los pacientes y sus familias a comprender mejor la enfermedad, los tratamientos y las formas de cuidarse en la etapa posterior.
4. Incidencia política y social
Otro aspecto clave es la capacidad de las asociaciones para dar voz a las necesidades de los pacientes ante las instituciones. Gracias a ellas, se han impulsado cambios legislativos, mejoras en los programas de atención, acceso a nuevos tratamientos o avances en derechos laborales y sociales.
5. Construcción de comunidad
Quizá lo más importante: las asociaciones ayudan a que las personas no se sientan solas. Generan espacios de comunidad, de solidaridad, donde la palabra cáncer deja de ser sinónimo de miedo y se convierte en un punto de encuentro para la acción.
El tercer sector como garante de equidad
Más allá de las asociaciones específicas de pacientes oncológicos, el conjunto del tercer sector desempeña un papel clave en la prevención terciaria, sobre todo cuando hablamos de colectivos vulnerables: personas mayores, migrantes, personas con bajos recursos, sin redes familiares de apoyo o en situación de exclusión social.
El cáncer, como muchas otras enfermedades, no afecta a todos por igual. La vulnerabilidad social multiplica las dificultades para acceder a seguimientos médicos, terapias de rehabilitación o apoyo psicológico. Aquí es donde las entidades sociales se convierten en aliados imprescindibles:
• Detectan desigualdades invisibles, porque están en contacto directo con la comunidad.
• Ofrecen recursos de proximidad, más cercanos y accesibles que los grandes hospitales.
• Adaptan la intervención, teniendo en cuenta factores culturales, lingüísticos o económicos que el sistema sanitario muchas veces no alcanza a cubrir.
• Tejen redes de apoyo comunitario, esenciales para evitar el aislamiento social que acompaña al cáncer en contextos vulnerables.
En mi experiencia en el trabajo con asociaciones, he comprobado que la prevención terciaria no puede entenderse sin esta mirada social. Una paciente que sobrevive al cáncer de mama pero que no tiene recursos económicos para costearse una prótesis externa, o un trabajador migrante que tras un tratamiento oncológico no logra reincorporarse a su empleo, no están viviendo una recuperación plena. La equidad en salud se mide, precisamente, en estas pequeñas-grandes batallas cotidianas.
El rol del sanitario en la dimensión social de la salud
Como sanitario que ha transitado entre lo clínico y lo social, creo firmemente que nuestro papel no se limita a prescribir tratamientos o a evaluar resultados analíticos. La salud pública nos invita a mirar más allá del individuo y a entender cómo los determinantes sociales impactan en la enfermedad.
En la prevención terciaria del cáncer, esto implica:
• Reconocer que la calidad de vida tras la enfermedad depende tanto de la atención médica como del apoyo social.
• Colaborar estrechamente con asociaciones de pacientes y entidades sociales, entendiendo que ellas tienen un conocimiento experiencial que complementa nuestra visión técnica.
• Promover un modelo de atención centrado en la persona, que integre lo físico, lo emocional y lo social.
Trabajar desde esta perspectiva significa humanizar la salud, devolverle a la medicina su sentido más profundo: cuidar.
Historias que inspiran
Recuerdo a una mujer, que formaba parte del proyecto “Asistencia Farmacéutica en Cuarto Mundo” que dirigí durante veinte años, que superviviente de un cáncer de colon, me confesaba que lo más duro a parte de la quimioterapia, había sido el silencio posterior. “Todos me felicitan por haberlo superado, pero yo no sé cómo volver a ser la de antes. Mi mente no se aclara y el miedo constante a una recaída está ahí”, decía. “No sé si comer algunas cosas es malo, no tengo medios para tener un hogar con un mínimo de confort”. La dirigimos a una asociación de pacientes donde encontró a otras personas que le enseñaron que no se trataba de volver a ser la de antes, sino de construir una nueva forma de vivir.
O el caso de un hombre joven, inmigrante, diagnosticado con un linfoma, que tras superar el tratamiento se encontró sin empleo y sin red de apoyo. Los medicamentos se financiaban a través del proyecto, pero carecía de ingresos para el resto de necesidades. Gracias a una entidad social pudo acceder a un programa de reinserción laboral que le permitió recuperar no solo ingresos, sino dignidad.
Estas historias son la mejor demostración de que la prevención terciaria no es un concepto abstracto, y de que el papel del tercer sector, es primordial.
Retos y oportunidades
Aunque hemos avanzado mucho, todavía existen desafíos importantes:
• Desigualdades territoriales: no todas las comunidades autónomas cuentan con los mismos recursos de seguimiento o con asociaciones suficientemente fortalecidas.
• Falta de coordinación entre el sistema sanitario y el tercer sector. A menudo, los pacientes deben navegar solos entre distintos recursos que lejos de ser complementarios, funcionan de forma independiente.
• Sostenibilidad de las asociaciones, que dependen de financiación irregular y del voluntariado.
• Visibilización de la prevención terciaria, aún poco reconocida en las políticas de salud, como todo lo referente a la prevención en general.
Sin embargo, estos retos también son oportunidades. Oportunidades para generar alianzas entre administraciones, entidades sanitarias y asociaciones; para invertir en programas de largo plazo; para reconocer públicamente el valor incalculable del trabajo comunitario.
Conclusión
La lucha contra el cáncer no termina en el quirófano ni en la sala de quimioterapia. Continúa en la vida cotidiana de las personas, en los desafíos emocionales, sociales y laborales que enfrentan quienes han sobrevivido a la enfermedad. Y es en ese terreno donde la prevención terciaria se convierte en la gran aliada, garantizando no solo la supervivencia, sino la calidad de vida.
Las asociaciones de pacientes y las entidades del tercer sector son actores insustituibles en este proceso. Su cercanía, su capacidad de escucha y su compromiso con la comunidad hacen posible que nadie tenga que transitar solo este camino.
Desde la perspectiva de un sanitario comprometido con la salud pública, mi convicción es clara: no podremos hablar de una verdadera victoria contra el cáncer hasta que no aseguremos que todas las personas, sin importar su origen o su situación social, tengan acceso a una recuperación plena y digna. Y para ello, debemos caminar juntos: instituciones, profesionales, asociaciones y ciudadanía. Y para muestra esta campaña, juntos contra el cáncer.
Ángel Huélamo Villanueva
Farmacéutico Salubrista