El Cáncer es lo que tengo, no lo que soy:
Afrontamiento social de las secuelas físicas y psicológicas.
¿Y ahora qué?
Es una pregunta que nos hacemos todos cuando llegamos a una encrucijada, una situación que nos sobrepasa y ante la que, aún quedándonos paralizados, debemos actuar cuanto antes. Ante un problema, la atención siempre suele centrarse en lo más práctico, en la supervivencia, sin pensar en aquellos aspectos superficiales que deben pasar a un segundo plano. Pero ¿esto se ajusta a la realidad?, es decir, ¿realmente en la sociedad en la que vivimos no nos importa lo qué piensan de nosotros o qué imagen vamos a dar?. Puede sonar superficial, pero es que efectivamente lo somos. Como seres sociales es probable que estando en cualquier situación, sea problemática o no, nos preocupe nuestra imagen de cara al resto. No referido a ser los más atractivos, pero sí a mostrar un aspecto acorde con nuestros ideales y con lo que queremos transmitir sobre nosotros. Cuando una persona es diagnosticada de cáncer su vida se paraliza unos segundos, pero de repente se planta ante esa encrucijada en la que debe tomar decisiones y por la que inicialmente cambian prioridades. Al final necesita seguir siendo esa persona, que aunque se encuentra ante una nueva circunstancia y a pesar de ello, necesita mantener su esencia. De hecho, lo más saludable es no renunciar a lo que es. No puede convertirse en enfermo, sino ser mucho más que su enfermedad para poder luchar contra el problema y no contra sí mismo.
En esta enfermedad toman un papel protagonista las secuelas que le son propias a la enfermedad o las que se derivan de la agresividad del tratamiento, es decir de la quimioterapia, las intervenciones quirúrgicas o la radioterapia. Pueden ser a corto plazo como la caída del cabello, las náuseas, el cansancio, el deterioro de las uñas o de la piel, la reducción o el aumento de peso, etc.O a largo plazo, como los déficits neuropsicológicos, los problemas motores, las malformaciones, la esterilidad, la osteoporosis, la insuficiencia cardíaca, etc. Algunas de estas secuelas son consecuencias que afectan de forma grave a la salud, por lo que se les da prioridad y son diagnosticadas y tratadas por los profesionales sanitarios. Pero otras secuelas tienen que ver más con la apariencia física y afortunadamente, cada vez más son tenidas en cuenta y tratadas, pues resultan trascendentales para el equilibrio y la fortaleza mental, que lejos de la frivolización, son aspectos que deben mantenerse y reforzarse de forma constante en pacientes oncológicos, a través del apoyo de profesionales de la Psicología y del Trabajo Social. Debido a los cambios físicos que se experimenten, la persona puede manifestar descontento hacia su imagen y por tanto, sentirse socialmente vulnerable, por lo que no sólo se ha de priorizar en su salud, sino a su vez intentar que la imagen que muestra al mundo no se aleje de la que hasta ahora había tenido, para que los procesos de afrontamiento y recuperación puedan ser facilitados en la medida de lo posible. De hecho, lo idóneo es tratar de sobreponerse ante la adversidad a través de afianzar la identidad y sentirse cómodo con la imagen que se comparte con el mundo. En la mayoría de casos, pasa por realizar un trabajo de aceptación y refuerzo de autoestima, en cuyo caso será ideal el apoyo psicológico profesional.
Si la persona es diagnosticada de Cáncer, aunque inicialmente no lo sepa, debe anticiparse a las consecuencias y esto sólo va a ser posible si con anterioridad la persona, de forma directa o indirecta, ha vivenciado y afrontado con éxito un proceso de este tipo, o si bien cuenta con la ayuda profesional integral adecuada. En ese caso el profesional de Trabajo Social constituirá un pilar fundamental que, junto con el paciente, ha de abordar la situación fijando un plan de intervención acorde a sus necesidades y por supuesto, que se anticipe al hecho de que las secuelas físicas pueden suponer un obstáculo en la estabilidad de la persona.
Desde el área de Trabajo Social las funciones más importantes que se van a desarrollar son la orientación, el apoyo y la derivación. Concretamente en relación a las secuelas físicas, la acción profesional se va a centrar especialmente en facilitar el acceso a los recursos disponibles, como prestaciones, otros profesionales o entidades. Lo más común es que se utilice como canal para la derivación a profesionales como demartólogos, nutricionistas, farmacéuticos, psicólogos, cirujanos…, que van a poder tratar el deterioro de piel y uñas, el peso y la alimentación más adecuada, el cansancio, la ansiedad, las malformaciones físicas, etc. En España, toda atención de este tipo está incluida dentro del sistema público sanitario.
En el caso de la pérdida de cabello, que es la consecuencia más habitual tras el comienzo del tratamiento, el asesoramiento va a depender de la capacidad económica de la persona, ya que si dispone de recursos suficientes simplemente se daría a conocer los centros de belleza especializados en el tema. Si por el contrario, la persona no tiene la suficiente capacidad económica, existen opciones gracias a la labor de diversas entidades, como por ejemplo la acción emprendida por la Asociación de Peluquería Internacional, arte e imagen a través del Proyecto Mechones Solidarios, que se desarrolla en toda España; o el programa Banco de Pelucas de la Fundación Ángela Navarro. Iniciativas en la que la ayuda es una cadena de apoyo, pues se trata de impulsar la capacidad de compromiso y solidaridad de la sociedad buscando su participación a través de la donación de cabello o de dinero y, gracias a ello se entregan pelucas de forma gratuita a personas que no tienen recursos suficientes para costearlas.
En la línea de lo expuesto, la secuela física va a la par de secuelas psicológicas que se retroalimentan, por lo que junto con el/la profesional de la medicina, el Trabajador/a social debe promover y recomendar un estilo de vida que ataje de manera directa las secuelas, es decir, un estilo saludable en el que el Deporte cobra protagonismo ya no únicamente de manera preventiva. Y es que, aunque suscite cierta dificultad comprender que ante tratamientos tan invasivos sea beneficiosa la actividad física moderada, son cada vez más los estudios que lo evidencian y no sólo para potenciar los efectos terapéuticos del tratamiento, sino que ayuda a la regeneración y estimulación, aumenta la confianza y la seguridad, reduce el estrés y la ansiedad, mejora la consciencia corporal, la estabilidad psicológica y la vida social. Así mismo, se deben reforzar la participación en actividades que favorecen la adquisición y refuerzo de habilidades sociales, comunicativas, de expresión de emociones y autoestima, de cara a evitar la aparición o evolución de las posibles secuelas psicológicas. En este punto, resulta relevante que el/la profesional tenga conocimiento sobre los recursos más adecuados que existen en la comunidad, tanto centrados en personas con cáncer como los dirigidos a toda la población.
Al fin y al cabo una situación problemática complicada se afronta mejor cuando se toma conciencia de ella y se cuenta con apoyo que nos ayude trabajando de forma conjunta y empoderando hacia su resolución. El cáncer puede ser una de esas situaciones que se presente y el Trabajador/a social va a ser el profesional de referencia en el que encontrar un apoyo complementario al tratamiento médico, que se anticipa empoderando al paciente oncológico, para que las inevitables secuelas sean pequeñas cicatrices que sanen rápido y cuenten una historia de superación.
Lorena Hernández Hernández
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