Se ha escrito tanto acerca del cáncer de mama que a veces cuesta decir algo nuevo sobre el tema. Sabemos que cada vez son más jóvenes las mujeres diagnosticadas, que cada vez hay más casos y también que cada vez se curan más mujeres, aunque eso no quiere decir necesariamente que el porcentaje de supervivencia aumente.
Pero ¿sabemos cómo se sienten estas mujeres (ya lo sé, también hay hombres, pero como son menos de un 1% de los casos, en este artículo hablaremos en femenino)? Es habitual que esta enfermedad cause un gran impacto en la vida de las personas que lo viven. Gran parte de las veces las inhabilita para seguir llevando una vida normal durante el tratamiento, lo cual puede generar sentimientos de frustración e impotencia difíciles de sobrellevar. Además, las consecuencias físicas derivadas de los diferentes tratamientos (cicatrices, pérdida del seno, caída del cabello) pueden provocar rechazo hacia una misma, falta de confianza, baja auto-estima, estrés, desasosiego. Evidentemente, estos efectos que acabamos de describir son comunes a muchos otros tipos de cáncer.
¿Cómo se pueden abordar estas situaciones?
Sobre todo, y fundamentalmente, centrándonos en la persona. Nos pasamos tanto tiempo investigando, proporcionando datos científicos y validándolo todo, que es fácil olvidar que detrás de cada número hay una madre, una hija, una hermana, o una tía. Una mujer, en definitiva, con unos sueños, unos deseos, unos anhelos y también, por qué no decirlo, unos miedos y unas manías. Es fundamental tener en cuenta todo esto para ver a la paciente completa, tal cual es, porque su parte humana encierra recursos muy importantes que tendrán un impacto definitivo sobre la evolución de la enfermedad.
Todas estas mujeres cuentan en su interior con todo lo que necesitan para salir adelante. Son fuertes, son poderosas, son capaces, son hermosas con su cicatriz y sin su pelo, son valiosas y son importantes. A primera vista, esto que decimos puede resultar obvio, pero cuando una mujer se encuentra dentro de la vivencia de su enfermedad las emociones son diferentes, y a menudo cuesta mucho creer y aceptar lo que desde fuera se ve tan claro.
El coaching profesional en pacientes de cáncer de mama
El coaching es un proceso de acompañamiento dirigido a personas que quieren hacer cambios en su vida. El objetivo final del coaching es lograr que la persona (o personas) que lo realiza, logre una transformación que le lleve a disfrutar de una vida más plena y más equilibrada. En sesiones que pueden ser individuales o grupales, coach y cliente van desgranando los distintos temas que se quieren abordar. Mediante técnicas específicas el cliente profundiza en sí mismo y aprende a dirigir su vida para convertirla en la vida que quiere tener.
En poco tiempo, la práctica del coaching profesional, que comenzó en el mundo empresarial, ha llegado también al entorno personal, con el denominado coaching de vida. Desde aquí se ha extendido a otros muchos terrenos en los que, a menudo, la ayuda de un profesional que acompañe a la persona a lograr sus objetivos marca la diferencia entre lograrlos o no. Mi experiencia directa con el cáncer de mama que viví con 36 años me llevó a poner en marcha, años después, el coaching a pacientes de cáncer de mama que ahora os presento. ¿Por qué? Porque cuando yo estuve allí hubiera querido contar con los recursos con los que cuento hoy en día como coach.
Me maravilla ver cómo y de cuántas maneras el coaching a pacientes está ayudando a estas mujeres. El hecho de mirar hacia el futuro en lugar de centrarnos en el pasado les ayuda a dejar atrás la parte más amarga de su vivencia y de su enfermedad para centrarse en comenzar a construir la vida que quieren tener, definiendo aquellos objetivos a los que aspiran, sus deseos y también lo que no quieren que vuelva a estar presente en su día a día. Los objetivos que buscan estas mujeres son variados: perderle el miedo al cáncer, recuperar la vida que tenían, recuperar la alegría, volver a disfrutar, ser capaz de decidir por una misma, aceptar las secuelas físicas y tantos otros.
La magia que se da cuando las participantes se involucran en un proceso de coaching como es que su proceso de transformación va mucho más allá de las metas que se habían fijado inicialmente, empapando toda su vida. He sido testigo de cómo a partir de ese momento, las pacientes viven una vida más consciente, más plena y más satisfactoria a todos los niveles. Alguna participante me decía: ”Me he dado cuenta de las ganas de vivir que tengo”. En esos momentos para mi no hay nada más importante y gratificante como devolver la ilusión a mujeres que vivían por inercia.
Ya hemos visto que el coaching se centra en la persona. Uno de sus caminos es ayudar a las mujeres a reconectar consigo mismas y con su esencia. Cuando lo hacen, recuperan la paz, la confianza, ven claro lo que antes resultaba difícil de ver y saben el camino que quieren tomar, no sólo respecto a su enfermedad, sino en general, respecto a su vida. Recobran la capacidad de decisión y son dueñas de sí mismas y de su enfermedad.
En el 2017 pusimos en marcha en Barcelona un proyecto piloto pionero a nivel mundial, en el que a partir de una metodología basada en el coaching empresarial que diseñamos específicamente para esta ocasión, y a lo largo de seis sesiones de trabajo, las participantes reflexionaban, compartían y aprendían las herramientas que favorecerán la transformación de la que hemos hablado. El piloto tuvo tanto éxito que el programa de coaching ya va por su tercera edición. Cuando preguntamos a las participantes cómo ha sido la experiencia, entre otras cosas, nos dicen:
– “El coaching me ha ayudado a ser mejor persona y a tener más perspectivas”.
– “Con el coaching la mirada hacia mi cáncer ha cambiado, el cáncer es una parte de mí, una cosa más que he vivido”
– “Gracias al coaching he sido capaz de mirarme al espejo otra vez”.
¿Quieres ver un ejemplo? Mira este vídeo:
Post escrito por Teresa Ferreiro
Coach Profesional (ACC)
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