Cuando el dolor no deja vivir

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Aurora llegó al Hospital hecha un ovillo por su dolor. Me dijeron que estaba mareada del viaje y que no se encontraba bien como para estar sentada en la sala de espera. Acordamos llevarla a uno de los confortables sofás del Hospital de Día. Pasados unos minutos y tras leer su historial acudí a verla. Aurora es una mujer menuda, viene con la cara desencajada, colocada en posición casi fetal y rompiendo a llorar en cuanto le pregunto cómo se encuentra. Está claro que Aurora lleva muchos días sufriendo dolor. Un dolor intenso que ella describe como si le estuvieran literalmente quemando el brazo. Un dolor que ha ido en aumento a lo largo de un año. Un dolor que en las últimas semanas se ha hecho insoportable. No le deja ni dormir y los medicamentos apenas le han aliviado una quinta parte de su dolor.

Aurora lleva días sin vivir. Tiene una atrofia de su mano derecha, su mano dominante que ahora le domina sin piedad. Viene con todo tipo de pruebas, pero ninguna de ellas es del todo concluyente. Hace 10 años que la tratamos de un cáncer de mama y prácticamente ha estado bien hasta hace cosa de un año que empezó con molestias, todas atribuidas a una mala postura o a un proceso intercurrente sin importancia.

Por la intensidad del dolor y el recorrido que sigue del cuello a la mano sé que tiene un dolor complejo neuropático, refractario a la mayoría de medicamentos que para el dolor estamos acostumbrados a manejar los oncólogos. Decido ingresarla y pedir la colaboración de otros colegas para controlar todo lo que sea posible el dolor, dilucidar la causa y encaminarla de la mejor manera posible. Todo un desafío envuelto en cruda realidad.

En un primer momento ajusto la analgesia que decido dar por vía endovenosa en forma de bomba de perfusión contínua. Pienso que así podré controlar o mejorar el dolor basal. Consigo poco (o nada) al principio. El neurólogo confirma el diagnóstico de neuralgia del plexo braquial. Los algólogos (anestesiólogos especializados en dolor) intentan un bloqueo neuronal con escasa respuesta. Finalmente decidimos de nuevo ajustar la medicación y añadir antidepresivos y parches locales de un anestésico local. Aurora tiene dolor pero ahora es mucho más soportable, le permite el descanso nocturno y ha vuelto a sonreir. Para mi es todo un regalo. Confieso que me sentía angustiada de verle así. Hoy es uno de esos días en los que me siento contenta de la profesión que he elegido.

Aurora es un ejemplo. Podría poner otros. El dolor debería ser considerado como un signo vital, al igual que la temperatura, la presión arterial o los niveles de oxígeno en sangre. Muchas veces no le prestamos suficiente atención por los sanitarios y acechan miedos infundados a la hora de tratarlo o bien se atribuye a conflictos psicológicos del paciente. Es cierto que cada uno de nosotros tenemos un umbral y una percepción subjetiva del dolor, pero al dolor hay que prestarle siempre atención y tratarlo de forma adecuada.

El dolor neuropático como el caso que presento en la introducción de este post, está provocado por la afectación del sistema nervioso como consecuencia de compresión o infiltración de los nervios periféricos, de la médula espinal o del sistema nervioso central. Puede expresarse como parestesias continuas (adormecimiento), episodios de dolor lancinante (agudo e intenso), o como ambos y se puede acompañar de fenómenos de hiperalgesia (más dolor de lo normal) o alodinia (dolor en situaciones indoloras) como manifestación de los cambios anatómicos y neurofisiológicos producidos en la transmisión del estímulo doloroso.

En estos casos es posible que nos cueste incluso a los oncólogos manejar el dolor. Si es así es bueno que los pacientes conozcan que existen Unidades del dolor especializadas donde además del manejo farmacológico de determinadas dolencias de cierta complejidad, pueden realizar algunos procedimientos específicos para cada tipo de dolor. No dudes siempre en preguntar a tu médico si tu dolor no está bien controlado.

Post de Virginia Ruiz

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