‘La conversación más difícil de mi vida’
¿Por qué acepté formar parte de un grupo sanitario destinado a dar información veraz sobre el cáncer en todas sus vertientes? ¿Cuál es el vínculo entre el cáncer y yo?
Llevo 19 años trabajando como cirujana plástica; muchos de mis pacientes acuden a mí porque sufren o han sufrido esta enfermedad. Mi vínculo con ellos y su dolencia está presente en todas las facetas de mi vida profesional.
A esos 19 años le sumo 24, que son los 43 que llevo en este mundo. Quitando la época de infancia, donde por suerte no fui consciente, pronto apareció en mi entorno (en mi familia, en mis amigos, en mis conocidos de múltiples actividades de vida…) esta enfermedad.
¿Qué vinculo tengo con el cáncer? Pues supongo que el que tenemos todos, porque nos rodea y nos afecta; es imposible mantenerse alejado de él. Por eso, para este post personal, he decidido quedarme con un rato vivido una mañana de mi vida.
La llamaré ‘Rosa’, no es su verdadero nombre, pero creo que eso es lo de menos. Fuimos compañeras de trabajo muchos años, ella era la enfermera de mi consulta. A primera hora del día, durante mucho tiempo, hacía los análisis de sangre en el hospital de día de Oncología; cuando terminaba allí se venía a la consulta donde realizaba las curas de nuestros pacientes. Le costó mucho ser madre, pero finalmente lo consiguió y disfrutaba de dos hijos maravillosos.
Un día se notó un bultito en el hombro, se lo extirpó una compañera y cuando llegó el resultado se nos cayó el cielo encima a todos. Aquel bultito, que tan poco parecía, era una metástasis cutánea de un cáncer de pulmón. Fue la única vez que la vi llorar. Nos dijo “no me puedo morir, tengo dos hijos”. A partir de ese momento se armó de fuerza y luchó contra la enfermedad con todas las herramientas que tuvo a su alcance.
Sé que ella sabía que no iba a ir bien, no podía no saberlo con el trabajo que desempeñaba. Pero nunca más le oí ningún comentario que no fuera de esperanza.
La última vez que la vi tuve la conversación más difícil de mi vida. Han pasado ya 8 años, y por desgracia la vida nunca nos da descanso y sigue añadiendo conversaciones difíciles.
“Rosa, estabas en Oncología, habías empeorado y te ingresaron para ponerte un poco a tono y volver a casa. La verdad es que te vi bastante bien, estabas animada. Te acompañaba tu madre y tu marido, que fueron espectadores de nuestro encuentro. Charlamos un buen rato, a ninguna de las dos nos cuesta o nos costaba hablar. Y fue una conversación complicada, una conversación sin pasado ni futuro, ninguna quería hablar de tiempos previos en plan batallitas de épocas de salud, y mucho menos de planes de futuro. Éramos conscientes (yo lo era y seguro que tú también) de que era un futuro que no iba a existir, al menos para una de las dos. Tampoco pudimos hablar de tus hijos que tanta felicidad habían traído a tu vida, ni de la razón de estar ingresada. Fue una conversación superficial, llena de tonterías, de bromas, supongo que hablaríamos algo del tiempo, del caos que ronda en el hospital y poco más. Rosa, creo que aquel día tú no quisiste tener una conversación más sincera de despedida conmigo, estoy convencida de que en gran parte porque nos escuchaban dos de los grandes pilares de tu vida y nunca dejaste de cuidarlos. He de confesarte que yo tampoco tenía el valor de tener esa conversación contigo. No recuerdo bien, pero seguro que me despedí con un ‘florita, qué bueno que te vas a casa ya, allí como en ningún sitio. Ya nos vemos. Besos’.
Salí apresurada de la planta y me metí en el cajón de la escalera y lloré mucho. Lloré porque sabía que era la última vez que te vería con vida, que eran mis últimas palabras contigo, que perdías tu vida y yo, tu presencia en la mía. No me equivoqué, no nos vimos más. Volviste a ingresar en el hospital pocos días antes de morir, pero ya no tuve la oportunidad de volver a verte, o a lo mejor no tuve el valor de hacerlo.
El día que falleciste fue el mismo día que nació la hija de ‘Belén’, nuestra compañera cirujana del servicio. Fuimos a despedirte y de allí volvimos al hospital a la planta de maternidad. Cambiamos lágrimas por sonrisas. Te dije adiós y a las pocas horas di la bienvenida a una niña guapa y sana. Y la vida ha seguido, tú te fuiste y aquí quedamos los demás. Siempre te recuerdo”.