Puede parecer que las cuestiones sobre problemas íntimos nos llegan a los profesionales sanitarios solo por parte de las mujeres y además sólo cuando están en una edad adulta.
Nada mas lejos de la verdad, la higiene intima nos acompaña durante toda la vida desde que los papás compran la primera crema para el culito de su bebé, hasta cuando somos ancianos y no queremos reírnos porque empezamos a tener fugas de orina.
Ya que ha quedado claro que este tema es importante tanto para hombres como para mujeres, grandes y pequeños ¿Porque es de especial relevancia en personas que han pasado o se enfrentan a un cáncer? ¿Por qué algunos como el de mama u ovario afectan más a nuestra salud íntima?
Algunos tratamientos oncológicos como la quimioterapia y la radioterapia pueden producir algo similar a lo que ocurre cuando la mujer llega a la menopausia, una disminución de la producción de estrógenos en los ovarios. Esta disminución de estrógenos puede causar atrofia vaginal y sequedad vaginal.
La radioterapia aplicada en la región pélvica puede irritar algunos tejidos sanos colindantes a la zona a tratar, incluida esta zona tan delicada. Esto puede provocar que la mucosa que reviste toda la vagina se inflame y se sensibilice.
La quimioterapia puede causar heridas o llagas a lo largo de las mucosas. Al ser la zona íntima una zona húmeda es más difícil la cicatrización aumentando así el riesgo de infección y más si no se es cuidadoso.
La inmunosupresión que suele acompañar al paciente oncológico, hace que los gérmenes se queden y aumente la susceptibilidad de infecciones persistentes.En estos casos ni siquiera hace falta buscar esos gérmenes fuera de casa, ya que muchos de los patógenos que causan infecciones vaginales suelen ser causados por microorganismos ya presentes en nuestra propia flora.
En la entrada de hoy nos vamos a centrar más en la mujer, ya que que hay muchos más factores a tener en cuenta a la hora de realizar una higiene intima adecuada. Este tema de la higiene intima puede ser más engorrosa y se puede hacer más cuesta arriba debido a la gran cantidad de productos que encontramos a día de hoy en el mercado.
Hemos de tener en cuenta que la piel que se encuentra a nivel vulvar es de las más irrigadas por el sistema circulatorio y es sensiblemente más permeable que la piel de otras zonas del cuerpo, esto causa que los agentes irritantes nos afecten más rápido cuando nos exponemos a ellos y también desaparezca más rápida la reacción cuando dejamos de estar expuestos.
Veamos qué factores hemos de tener en consideración a la hora de aliarnos con nuestra salud intima.
pH
El pH según la RAE es el coeficiente que indica el grado de acidez o basicidad de una solución acuosa. «el pH neutro es 7: si el número es mayor, la solución es básica, si es menor es ácida”.
Esta afirmación aparentemente sencilla, encierra un truco, ya que muchas personas cuando vienen buscando un gel a la farmacia y nos piden un gel con un pH neutro y su valor es menor de 7 nos miran con cara rara. Es importante tener en cuenta que el pH de la piel se encuentra entre 4 y 7 según la zona corporal, por lo que el pH natural de la piel es ligeramente ácido, alrededor de 5.5.
La mucosa vaginal durante la edad fértil suele estar entre entre 3.8 y 4.5. Una acidez mayor en la vagina que en el resto del cuerpo es una de las medidas de defensa que hay para dificultar las infecciones.
Modificar el pH utilizando productos inadecuados puede favorecer las infecciones. Los encargados de mantener el pH ácido vaginal son los Lactobacilos o bacilos de Döderlein que producen ácido láctico.
Cuando los lactobacilos disminuyen, aumenta el pH vaginal y en consecuencia las infecciones por cándida y otros patógenos.
Teniendo esto en cuenta vamos a separar dos grandes tipos de mujeres .
En situaciones normales hasta que llega la menopausia con sus sofocos y sus cambios de humor, la mujer tiene una mayor secreción de estrógenos. La flora bacteriana es variada y se caracteriza por la presencia de Lactobacilos. Éstos pueden disminuir con algunos medicamentos como antibióticos o anticonceptivos.
A lo largo del ciclo menstrual el pH va cambiando de tal forma que podemos distinguir las siguientes situaciones:
• Fase premenstrual: pH ácido (entre 3.8 y 4.2) debido a la gran producción de ácido láctico.
• Durante la menstruación: pH neutro, valores en torno al 7.0 (o muy ligeramente ácido, 6.8; o muy ligeramente básico, 7.2). Con la menstruación hay un aumento en el pH y la zona genital está húmeda por el sangrado, lo que aumenta el riesgo de infección. En esta etapa es super importante aumentar la higiene.
• Resto del ciclo: el pH vaginal sigue siendo ácido, pero menos que en la etapa premenstrual, pues varía entre 4.0 y 5.0.
Por otro lado, con la llegada de la menopausia y de la bajada de estrógenos por causas ajenas como tratamientos o medicaciones, la flora natural se altera y disminuyen los Lactobacilos. Generalmente esto suele producir sequedad vaginal y vaginitis. El pH vaginal con la bajada de estrógenos se encuentra ahora entre 5,0 y 7,5.
En resumen, la higiene vulvar ha de hacerse con productos destinados para ello, ya sea gel o espuma. A ser posible sin detergentes (no pasa nada porque no haga espuma, la espuma no suele ser muy buena para la piel), sin perfume para evitar posibles alergias e irritaciones y con un pH adecuado a cada etapa.
En las niñas, en las mujeres durante la menopausia y aquellas mujeres afectadas por la disminución de estrógenos, un pH mas bien tirando a neutro o básico (por encima de 7). En el resto de mujeres lo suyo es mantener un pH de 3,5 a 4,5. Lo recomendable sería lavarnos una vez al día dejando que la flora viva en paz en su hábitat ideal con pH ácido.
Microbiota vaginal
La flora vaginal es ya de por sí un “ecosistema” que por si sola está constituida en un 96 % por especies de Lactobacilos encargados de metabolizar el glucógeno de las capas del epitelio vaginal y transformarlo en ácido láctico, dotando a la vagina de su pH característico. Únicamente un 4 % son bacterias potencialmente patógenas: Staphylococcus aureus, Streptococci grupo B, Escherichia coli) y mycoplasmas.
Cuando hay un cambio en este complejo entramado de microorganismos, algunos de ellos que, habitualmente están ahí formando parte de la flora normal, aumentan, convirtiéndose en un patógeno que desplaza a los Lactobacilos como son la Cándida álbicans, la Gardnerella vaginalis y bacterias anaerobias varias, produciendo molestias e infecciones que han de ser tratadas apropiadamente.
Por eso, una disminución de los lactobacilos vaginales causados por la toma de medicamentos, tratamientos médicos, variaciones hormonales, variación del pH debido a pautas de higiene inadecuada, lavados excesivos, el ciclo menstrual, lavados con agentes jabonosos agresivos, estrés, relaciones sexuales, etc. puede provocar que la flora vaginal autóctona se modifique, aumentando exponencialmente las posibilidades de padecer una infección.
Es muy importante tratar estas patologías, vaginosis o vaginitis, ya que incrementan las posibilidades del contagio de numerosas enfermedades de transmisión sexual. Ha de tenerse en cuenta en caso de que nos infectemos, requeriremos un tratamiento en pareja, pues no en vano el hombre puede estar infectado sin presentar síntomas y si éste no realiza el tratamiento, es más probable volver a reinfectarse.
Si detectamos cualquier síntoma en caso de mujeres inmunodeprimidas deberíamos pedir cita con el médico. La anatomía propia de la zona genital femenina, su funcionalidad y su ubicación anatómica, hacen que la región vaginal sea en todas las edades de la mujer, muy susceptible a presentar infecciones inespecíficas de origen muy diverso, como la proliferación de bacterias de origen anal por una higiene incorrecta; crecimiento exagerado de la flora bacteriana autóctona tanto aeróbia o anaeróbia como fúngica, alteraciones del ecosistema vaginal, etc. Los antifúngicos o bactericidas locales tanto en crema como en óvulos, suelen ser eficaces y fáciles de usar, pero no son suficientes para restaurar el equilibrio de nuestro microambiente vaginal.
Una buena opción para prevenir estos desajustes es utilizar probióticos vaginales que suelen llevar varias cepas de Lactobacilos que se encuentran de forma natural a nivel vaginal. Sin embargo, no todos los preparados son igual de efectivos, ni contienen las mismas cepas, así que aseguraos de consultar con vuestro farmacéutico el que más se adecúe a vuestra situación. Es importante que contengan las cepas de lactobacilos adecuadas ya que estas restaurarán el equilibro de la flora impidiendo la proliferación de microorganismos y haciendo que volvamos a la normalidad.
Olor
Es importante distinguir entre un ligero olor característico de esta zona causado por la descomposición bacteriana de toda la colección de secreciones propias de la zona (sudor, flujo vaginal, flujo menstrual y orina) y un olor anormal que suele ser indicativo entre otras cosas de alguna infección, ETS o incluso cáncer de útero.
Cuando una persona está pasando por un cáncer, cualquier signo mínimamente atípico es motivo de preocupación, por eso es clave conocerse, incluso en cosas que antes nunca te habías fijado y una de ellas es el cambio de olor a lo largo del ciclo menstrual. Es normal y esto no es motivo de consulta médica. Por ejemplo, durante la ovulación podemos tener un olor diferente que en la fase premenstrual y desde luego nada que ver con cuando tenemos el periodo que suele ser más metálico debido a la sangre que se desprende.
La mayoría de compresas o tampones suelen estar compuestas por plástico que, junto a la humedad propia de este periodo, suele hacer que el olor desprendido sea poco agraciado. En esta época es fundamental que extrememos la higiene cambiándonos cada 4-6 horas y usando prendas transpirables.
No es recomendable utilizar desodorantes vaginales ya que la mayoría de los malos o fuertes olores se solucionan investigando la causa y solucionando esa alteración de la flora vaginal.
Además como ya hemos comentado antes, la zona vulvar es altamente sensible y estos desodorantes pueden no solo irritar, sino también cambiar el pH mandando al traste nuestro buen hacer de lavarnos con un gel adecuado y causando picor, escozor y facilitando infecciones.
Flujo vaginal y lubricación
Aunque pueden parecer conceptos muy similares son completamente diferentes. El flujo vaginal es la secreción que generamos de manera constante con el fin de limpiar, humidificar y protegernos frente a posibles infecciones. De hecho, un cambio en este flujo en el color, densidad y olor es indicativo de que algo no anda bien.
Todas las mujeres tienen un flujo basal que es el resultado de las secreciones vaginales y uretrales y la composición de la microbiota entre otras cosas, con el fin de limpiar y humidificar la vagina ayudando también a combatir infecciones
Como todo y con la edad la vagina va perdiendo elasticidad, se va volviendo más vaga y se va olvidando de realizar sus deberes de humidificar. Los tratamientos oncológicos, el estrés, así como la cirugía que se realiza para reducir el riesgo de algunos tumores como es la extirpación de los ovarios, pueden provocar que estos cambios se aceleren.
Uno de los problemas más comunes de los tratamientos oncológicos es la sequedad en la mucosa de la zona genital femenina, que se traduce en una sequedad vaginal. Aunque suele ser una afección benigna, con síntomas incómodos como irritación, sensación de tirantez, dolor, ardor o picazón y poco flujo o casi nulo, puede ser un primer síntoma de atrofia vaginal y deberíamos comentárselo a nuestro médico.
Los humectantes vaginales son generalmente geles sin hormonas, formulados sobre una base acuosa nada aceitosos, a diferencia de los lubricantes. Tienen un pH adecuado y dermatológicamente son compatibles con la mucosa vulvo-vaginal. Están diseñados para usarse a lo largo de la semana o incluso a días alternos. Lo habitual es que una mujer que ha pasado por un cáncer necesite usarlo de 3 a 5 veces a lo largo de la semana y habitualmente se aplican por la noche antes de irnos a dormir para aliviar los síntomas asociados a la sequedad vaginal. Suelen llevar agentes humectantes e hidratantes como glicoles, ácido hialurónico, ácido láctico, etc. pero no deberían llevar perfumes ni compuestos que puedan resultar irritantes. Los hidratantes tienen como objetivo mantener una humedad más o menos constante en la vagina que ayude a su estabilización natural, la idea es utilizarlos habitualmente e incluso incluirlos en nuestros cuidados habituales.
Sin embargo, la lubricación se produce cuando hay excitación sexual debido a un aumento del riego sanguíneo. Como ya sabéis, el organismo está muy bien diseñado, pues este hecho ayuda a facilitar la penetración y a mantener un pH neutro facilitando la supervivencia de los espermatozoides en la vagina. El pH del semen es aproximadamente de 7,5 por lo que es imprescindible lavarnos bien después de mantener relaciones con el fin de evitar posibles infecciones.
Tanto la parte psicológica como la fisiológica afecta a las pacientes oncológicas produciendo una disminución de la capacidad de lubricación durante las relaciones sexuales. Esto puede producir principalmente dolor durante la penetración llamado dispareunia. Es importante en estos casos no desanimarse. La comunicación con la pareja y tomarnos tiempo para los preliminares, aumenta la excitación. Si esto no nos funciona, podemos recurrir a una lubricación adicional para que el sexo no se convierta en una tortura, sino en lo que debe ser. Un momento de desconexión y de intimidad placentera.
En caso de necesitar un lubricante hemos de escoger uno de base acuosa, sin olores, ni sabores, ni experiencias de temperatura por el momento, porque aunque estos químicos están formulados para la zona vaginal pueden ser irritantes o producir alguna alergia, especialmente en personas con el tejido más sensible.
Por último, en este punto señalaré que existen tratamientos hormonales tanto vía tópica, como sistémica, que a veces se usan en mujeres que presentan atrofia vaginal avanzada, es decir, cuando las paredes vaginales han perdido grosor y elasticidad. Este tipo de tratamientos con estrógenos son delicados de manejar y contraindicados en mujeres con cánceres hormonodependientes, por lo que siempre hemos de consultarlo con nuestro médico.
Para finalizar ahí van unas recomendaciones a modo de resumen que todo el mundo debería tener en cuenta:
■ No usar prendas ajustadas.
■ Tratar de vestir tejidos transpirables. La vagina por una cuestión evidentemente anatómica se encuentra ya de por si en una zona húmeda y relativamente ocluida por lo que tratemos de mejorar su aireación, usando tejidos como el algodón y evitando las licras y tejidos sintéticos que pueden favorecer infecciones.
■ Duerme sin ropa interior debajo del pijama.
■ Utilizar detergentes suaves y poco agresivos para la ropa interior. No es obligatorio lavar las braguitas a mano debajo del lavadero como antaño, pero si, que trates de usar productos suaves. Una buena opción son los detergentes para bebés, que en general suelen ser más respetuosos.
■ Como el resto de nuestro organismo, la vagina sabe cuidarse por si misma. No es necesario (ni recomendable) realizarse duchas vaginales de forma habitual, excepto que sean parte de un tratamiento prescrito por su médico.
■ Hay que tener cuidado con los desodorantes íntimos, pues pueden estar enmascarando un síntoma de alguna afección que necesite un tratamiento. Como os he dicho la vagina sabe cuidarse. Si desprende un olor fuerte, desagradable o poco habitual deberemos concertar una visita con nuestro médico.
■ No utilices esponjas, ni guantes, ni toallas, ni nada que no sea tu propia mano para limpiarte. Todos estos elementos suelen acabar convirtiéndose en un foco de bacterias que pueden volverse en nuestra contra y causar una infección.
■ Límpiate siempre de delante hacia atrás. Así haremos que cada bacteria se mantenga en su sitio y no pasaremos a la vulva bacterias del ano.
■ No uses un tampón vaginal más de 6 horas.
■ Orina y lávate después de mantener relaciones sexuales.
■ Busca un buen gel íntimo para lavarte. Cada vagina es distinta y tiene unas necesidades especiales.
Almendra Fernandez Rodriguez-Acosta