Una historia real de la vida de un ser humano con cáncer

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La historia que voy a escribir es la padecida por un familiar cercano. A él tras unas pruebas médicas le diagnosticaron cáncer.

Mi familiar tras las pruebas médicas va a consulta preocupado por la incertidumbre de lo que le pueden decir, junto a su mujer y su hijo. Dentro de la consulta el médico adjunto le da la mala noticia que tiene cáncer y una frase demoledora que se ha quedado en las mentes de él y su mujer (“algunos se salvan y otros no”). Gracias a la formación sanitaria del hijo se hicieron preguntas que se respondieron. Pero a día de hoy esa frase sigue resonando en las mentes de mis familiares de diferente manera. El paciente sintió al escuchar la frase, que la vida se le iba de entre las manos. Se bloqueó, no quería dejar a los que más quiere, quería vivir. A su esposa se le viene el mundo encima, la vida conjunta que llevan, la persona elegida con amor tras pasarlo mal, sus planes de futuro, puede dejar de existir en poco tiempo. Es una situación estresante y de mucho miedo que pasa una pareja, con diferentes roles, el rol del enfermo y el otro rol del cuidador.

Lo primero que se hizo es pasar por cirugía para entrar en quirófano y operar gran parte del cáncer que tenia. Todo salió bien para la familia. Pero al dar la noticia a la familia, el médico responsable dijo otra frase que ha quedado aún en la mente de la cuidadora principal (“de este tipo de cáncer pocas personas sobreviven”). Menos mal que otro compañero de este médico al escucharle le llamó y lo sacó de allí quedándose con la cuidadora, explicando más cómo fue la cirugía y que dentro poco vería a su familiar. La cuidadora recuerda esta frase con mucho dolor, tenía mucho miedo de perder a su marido. No sabia qué hacer y se sentía apenada y sin fuerzas.

Tras el alta de la cirugía se fueron a casa, donde los dos aprendieron ha hacer curas en la bolsa que tenía en el abdomen por donde salían ahora los excrementos y que al estar en el lado derecho esos excrementos eran muy ácidos y le quemaban la piel. La cuidadora seguía estando muy preocupada por el futuro de su marido. En esos momentos decidieron no contar lo que les pasaba a algunos familiares, amigos y conocidos porque no se sentían bien y porque la sociedad no sabe muy bien cómo ayudar.

Al poco tiempo fueron citados con un médico oncólogo, que ellos dos recuerdan como el salvador de sus vidas porque se quedaron con la frase que les dijo a fuego (“de este cáncer de sale y vamos hacer todo lo que este en nuestras manos para que usted se encuentre mejor de salud”). Esa luz al final del túnel les dio fuerzas a los dos para seguir el camino con más normalidad y confianza, para no tener miedo a la pérdida tanto de la vida como a la de un ser humano muy querido.

Me quiero detener para puntualizar lo importante que es decir una frase más humana para que los pacientes y las familias se sientan con más confianza en este largo trayecto que es la enfermedad del cáncer.

El oncólogo le recomendó sesiones de radioterapia y quimioterapia para eliminar lo que quedaba del cáncer en su cuerpo. De estos meses tan duros que pasó el paciente, lo que recuerda es el trato humano de los profesionales de las unidades de radioterapia y quimioterapia donde el ambiente familiar era muy bueno, a pesar del cansancio y del malestar, los profesionales eran capaces de sacarte una sonrisa. En cuanto a la cuidadora, ella se preocupaba por cada vez que pasaba por una sesión su estado físico se resentía y veía que cada vez estaba más cansado, se irritaba más, no quería hablar con familiares o incluso con ella. Lo ayudaba en todo lo posible y lo cuidaba. La cuidadora seguía teniendo la angustia de no saber si mejoraba porque ella lo veía cada vez peor.

Se acabaron las sesiones y ahora era momento de esperar un tiempo hasta ver cómo evolucionaba todo. En ese tiempo, los dos se encierran, no quieren que nadie les moleste o les pregunte. Están en una fase de incertidumbre, de si ha ido todo bien o no. Siguen viviendo con la espada de Damocles encima de sus vidas. Las dudas y los miedos campan a sus anchas por sus mentes. Gracias al darse apoyo, ánimos y fuerzas entre los dos, pero sobre todo más la cuidadora, para el enfermo estos meses se pasan mejor.

Por fin pasan los meses y vuelven a las pruebas médicas para ver la evolución. Aquí los dos llegan con sus miedos a flor de piel, preguntan a los profesionales y estos no les dan mucha información. Solo que se tienen que estudiar las pruebas y que ya le dirá el médico responsable. Por fin llega la cita con el oncólogo, donde les dice que no hay restos del cáncer en su cuerpo pero que cada año tendrá que pasar una revisión. Al principio los dos están muy contentos porque el mal trago ya ha pasado, pero aún no son conscientes de que la espada sigue estando cerca de sus vidas.

Vuelve a cirugía para quitar la bolsa y cerrar el abdomen. Ahora debe aprender a volver a ir al baño. Y es muy duro porque tu cuerpo no avisa y tus excrementos te manchan en cualquier situación. Vuelven a recluirse en casa y no cuentan nada, la cuidadora trata de ayudarlo lo más que puede, diciendo que es normal lo que le ocurre y que el tiempo le ayudara a que su cuerpo le avise. El paciente en esta situación lo pasa muy mal porque se siente impotente.

Tras el paso de los años, continúa con las revisiones médicas. El cuerpo de mi familiar esta más envejecido tras pasar por un cáncer y el de la cuidadora también por las preocupaciones y esfuerzos en ayudar a su marido. Aún a día de hoy continúa el miedo a la muerte y a la pérdida por parte de mis familiares, hecho totalmente normal en un ser humano cuando te enfrentas a situaciones limite como la de padecer un cáncer o cuando eres cuidador de un enfermo de cáncer.

Jorge Arellano Aparicio

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