Mi cáncer

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Nunca imaginas que el cáncer pueda llegar a tu cuerpo; pero sí, sí puede. Es duro encajar la enfermedad porque no quieres estar enferma y mucho menos con eso, no sabes si podrás superarlo o no y el miedo se apodera de ti.

Lo mejor que yo he hecho ha sido pensar siempre en el futuro. Todos te dicen que vivas el momento y el día a día, pero me daba miedo pensar a corto plazo. Entonces, además de los planes que hacía para hoy, también pensaba en los del próximo año. Me imaginaba curada y me veía en una vida que yo había elegido y en la que era plenamente feliz con mis hijos, mi marido, mi familia y mis amigos. Entonces, luchaba por ella!!

Fue duro, muy duro. Sobretodo asimilar la enfermedad y aceptarla.

Yo tenía una obsesión y era MI HOJA DE RUTA. Quería saber por adelantado y en cada momento lo que me iba a pasar y cómo iba a ser para estar preparada y afrontarlo mejor. Pero eso nunca se sabe. Podemos intuir los efectos que tiene una sesión de «quimio», pero cada persona es distinta, cada situación es distinta y siendo la misma persona cada momento es distinto.

He tenido mucha suerte con el equipo de oncología, con el hospital y con el personal sanitario que parecen hechos de otra pasta. Ayuda mucho que te cojan de la mano cuando tienes tanto miedo, cuando te van a hacer una prueba que jamás habías pensado que te tocaría, cuando estás en una sala tan fría como un témpano de hielo y tú te sientes tan pequeña. Ayuda mucho que comprendan tu mirada, que entiendan tus silencios y que escuchen tu llanto.

Poco a poco te acostumbras a “lo normal” que te pasa cuando estás con «quimio», como a no tener gusto, a que te pinchen los dedos, a no tener pelo, a que la piel se vuelva fina como el papel, a tener úlceras en el paladar, garganta y esófago, a no tener a penas temperatura corporal, a no tener defensas, a que se pongan las uñas negras, a perder la masa muscular,…

Una vez que tienes todos esos síntomas “normalizados”, llega la operación y de nuevo te invade el miedo como si fuera un huracán. Los días previos son cruce de sentimientos, feliz porque, por fin, te van a quitar el mal que llevas dentro y por otro lado no sabes en qué condiciones quedarás para el resto de tu vida. Pero es algo que, quieras o no, tienes que hacer para poder tener el futuro que has imaginado.

Todo llega y todo pasa, al principio muy lejano, pero de repente despiertas en la UCI llena de cables, llena de tubos y sin estómago. Ves pasar enfermeras y enfermeros, te hablan, te tocan, sonríes, tienes sueño, mucho sueño y duermes. Vuelves a despertar o ¿te despiertan? Ahora no lo sé y ves que llega tu familia, es el momento de llorar. Todos te dicen que ha salido bien, que ya ha pasado y que el cirujano está muy contento, asientes con la cabeza y piensas «ojalá sea verdad».

Te bajan a planta y ves a mucha gente esperando en la puerta de la habitación para ver como llegas, ninguno entra pero sabes que están ahí y te llena el corazón. Los siguientes días son difíciles, no te apetece ver a nadie, tienes molestias por todo tu cuerpo aunque cuando te preguntan no sabes decir qué te duele. Según pasan las horas, y aunque parece mentira vas mejorando. eParece que esta tarde estoy mejor que esta mañana y la noche la pasaré mejor que la anterior. Pasan los días y cada vez veo más cerca el poder ponerme de pie, poder dar un paseo y poder ver a mis hijos.

Todo llega y todo se pasa. Es la hora de volver a casa ¡¡Como loca!! Vuelvo a casa “sana y salva”. Ahora solo queda poder comer. Poco a poco te dicen y eso haces, pero es desesperante, no te apetece meter nada en la boca, no te apetece oler la comida, no te apetece ni verla y cuando te esfuerzas en tomar algo, te esperan el cólico y los gases. Poco a poco, me dijeron.

Pasado mes y medio cuando levanté cabeza y podía llevar una vida digna vino la radioterapia acompañada de una sesión de «quimio» , capecitabina (esto no lo tenía en la hoja de ruta y lo llevé bastante mal), fueron 25 sesiones que me dejaron el cuerpo fatal.

Luego cuando me pudieron reconstruir, volvió la quimioterapia y ya sí que terminó conmigo.

Pasé 3 meses de la cama al sofá y siempre ayudada para poder caminar derecha. No paraba de llover en la calle y hacía frío. Yo sólo lo podía ver por la ventana por eso de las defensas, pero el día que salió el sol, el día que por fin brillaba la primavera ese día le esperé en la playa.

Empecé la verdadera recuperación, empecé a comer sin apenas efectos secundarios, me quité el pañuelo y con él las señales de enfermedad, empecé a salir a la calle sin miedo a perder el equilibrio, empecé a ver el sol de nuevo.

Todo llega y todo pasa, me llegó el cáncer y pasó aunque siempre queda el temor de una recaída o aún peor que le llegue a alguien a quien quieres, mientras tanto vivo la vida con mi presente y mi futuro con mis logros y mis sueños con mis secuelas y mis tormentos pero vivo. Vivo por mí y por todos los que me quieren.

Aún a veces sigo pensando que a mí no me puede pasar!! Y sí, si puede.

Un post de Nuria Penélope y Candelas Fernandez

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