La piel nos protege frente a agresiones físicas o mecánicas, pero también es el órgano en el cuál se manifiestan los efectos adversos relacionados con los tratamientos oncológicos. Los síntomas más frecuentes relacionados con la toxicidad cutánea de los fármacos utilizados en el tratamiento frente al cáncer abarcan el prurito, sensación de tirantez e incluso dolor. Por otra parte, la radiodermitis (dermatitis) es el efecto secundario más habitual en pacientes que han recibido Radioterapia.
Antes de iniciar un tratamiento oncológico, hay que realizar una valoración inicial del estado de la piel que deberá reflejarse en su historia. Es necesario seguir unas pautas de cuidado para ayudar a proteger y a preservar la integridad de la misma, una vez que se inicie el tratamiento oncológico. Se basan fundamentalmente en:
• Mantener la piel hidratada y nutrida, con productos específicos y aptos para pacientes oncológicos. Éstos, no deben llevar perfume ni aplicarse junto antes de recibir la sesión de radioterapia. (Margen de al menos 2 horas)
• Utilizar productos de higiene sin jabón, los denominados Syndet y secar la piel suavemente sin frotar. Baños y duchas templadas de corta duración.
• No utilizar sobre la piel irradiada esparadrapo o apósitos adhesivos que puedan ocasionar lesiones al retirarse.
• Utilizar protección solar alta durante todo el año.
El cabello y las uñas también sufren los efectos de los tratamientos frente al cáncer y se vuelven quebradizos e incluso caen. Tu médico podrá recomendarte centros de oncoestética especializados en el caso de que esto ocurra, aunque es importante saber que volverán a su estado normal cuando acabe la terapia.
Autor: Pellús García, M Paz