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Anatomía patológica: el diagnóstico en la sombra

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La Anatomía Patológica es la especialidad médica del diagnóstico y del pronóstico. Su misión es recibir la muestra extraída del paciente y emitir un diagnóstico basándose en el historial médico, pruebas realizadas y biopsia. El patólogo tiene una gran responsabilidad, no puede dudar y debe estar convencido de lo que redacta en su informe. No ve al paciente, pero se pone en su lugar, y sabe que, en ese momento, es dueño de su futuro y del futuro de las personas que viven con él.

La medicina no sólo abarca las especialidades que tratan de mejorar la salud de las personas que acuden a la consulta, y que cuentan al profesional sus síntomas, comprende otra especialidad que el paciente no ve y que, sin ella, el trabajo de otros médicos y sus resultados en la mejora de la salud de sus pacientes, en muchos casos, sería incierto.

La incertidumbre del paciente comienza con los primeros síntomas, todavía no es consciente de su realidad pero sabe que algo no está bien, una primera consulta para subir un peldaño, una derivación para seguir ascendiendo en la incertidumbre, y dos o tres pruebas para orientar un diagnóstico, una de ellas la biopsia. En el momento en que el paciente es consciente de que un trozo de si mismo ha salido de su cuerpo para ser revisado la incertidumbre se dispara y cada minuto que ese pedazo de su vida pasa lejos de su cuerpo y de su consciencia el paciente se encuentra en un limbo, en una zona en la que, como el gato de Schrödinger, está en una fase indefinida y que supone una etapa importante en cuanto a como afrontar el diagnóstico final. La espera de los resultados se hace eterna, y la persona experimenta ese doble sentimiento contradictorio de desear saber cuanto antes los resultados y, a la vez, no querer conocerlos.

Los patólogos entran a trabajar en el momento en que ese trozo de existencia abandona el cuerpo del paciente, esa muestra, lo más representativa posible puede ser extraída durante una intervención quirúrgica, en cuyo caso el patólogo debe emitir un diagnóstico casi in vivo, con la mayor velocidad y exactitud posible ya que de su decisión dependerán los siguientes pasos que se den en quirófano. En este caso las tinciones son de peor calidad y es donde la pericia y experiencia del patólogo se antoja más determinante. La otra circunstancia donde entra en juego el patólogo es la revisión de una biopsia o de un órgano o tejido completo, el paciente ya ha pasado por quirófano y necesitará saber si será la última vez.

La pieza llega al laboratorio tras haber pasado 24 horas en formol. Los patólogos seleccionan las zonas de la pieza que se van a valorar, con especial vigilancia a la parte más sospechosa y sus bordes correspondientes. Se talla con precisión para con posterioridad introducir los cortes en un procesador con distintos alcoholes. Allí pasará otras 24 horas para ser despertada por los técnicos de anatomía patológica, que hacen bloques de parafina y realizan cortes de micras de grosor de estos bloques; cada uno de esos cortes se deposita sobre un porta y se tiñe de manera básica con eosina y hematoxilina. Aquí vuelve a aparecer el patólogo. Cada uno de esos portas, cristales, representa un posible cambio en el diagnóstico y a la mesa del patólogo llegan desde 1 hasta 50 cristales por paciente, si es necesario profundizar en la determinación celular se pueden realizar otras tinciones o técnicas inmunohistoquímicas pero después de todo este proceso llega el momento de la verdad, el diagnóstico.

Con el diagnóstico del patólogo comienza el tratamiento que debe soportar el paciente, en ocasiones largo y difícil. El paciente sabe que, de los resultados obtenidos, dependerá su estado, físico y psicológico. Es consciente de que el informe de anatomía patológica puede cambiar su vida: sus hábitos, su actividad, su alimentació y por ello, los espera bajo un estado de nervios que no puede controlar.

El patólogo es consciente de la incertidumbre que experimenta el paciente en su espera; empatiza con él y contribuye con su trabajo rápido y preciso a minimizar en lo posible la situación de estrés que está viviendo el paciente. Los médicos no son indiferentes a sus pacientes. Para el patólogo el paciente no solo es un nombre escrito en una pegatina o en lápiz sobre un cristal, la vida de muchos está cada día en sus manos y el saber gestionar la ansiedad de esa responsabilidad es uno de los fundamentales trabajos psicológicos del propio médico. Esa presión puede jugarle una mala pasada, precipitarse en un diagnóstico puede suponer consecuencias irreparables para el paciente. Qué esperar cuando estás esperando es un limbo del que solo el patólogo puede despertarte. En ocasiones ese despertar no es feliz pero siempre, siempre debe ser acertado. Ojalá que el tiempo en que el paciente se encuentra esperando se considerase un regalo, una prórroga antes del final del partido, como esos 5 minutos que nos arremolinamos en la cama después de que suene el despertador y en una situación de ensoñación entreabrimos los ojos y nos encontramos mirando como el amor de nuestra vida parpadea despacio y nos sonríe con dulzura.

El patólogo, como el resto de profesionales de la salud, realiza un trabajo de servicio a la sociedad, velando por su salud y bienestar, es el aire que mueve los juncos. No suele verse pero siempre está ahí haciendo su efecto, diagnosticar al enemigo para que sus compañeros puedan enfocar el plan de batalla.

Dra. Ana Teijo Quintáns
Especialista en Anatomía Patológica

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