Recibir un diagnóstico de cáncer y pasar por un tratamiento para el mismo supone un hecho estresante que sobrepasa en numerosas ocasiones a las personas que lo padecen y a su familia. Diferentes estudios han establecido que entre un 30% y un 50 % de las personas que padecen un cáncer presentan alguna alteración psicológica. Problemas de depresión y ansiedad son los más frecuentes y muchas veces no son tratados.(1) El objetivo fundamental de las diferentes intervenciones psicológicas es que el paciente diagnosticado de cáncer y que debe ser tratado mantenga una buena calidad de vida y un bienestar psicológico (2) con ausencia de problemas emocionales, (ansiedad y/o depresión), y con la menor alteración posible de la vida social, laboral y familiar (3)
Concretamente, Fawzy y colaboradores, (4) señalan que el objetivo de las intervenciones psicológicas es ayudar a los pacientes de cáncer a soportar mejor su diagnóstico y tratamiento, disminuir los sentimientos de alienación, aislamiento, indefensión, y abandono, reducir la ansiedad en relación a los tratamientos, y clarificar percepciones e informaciones erróneas. Estas intervenciones que se diseñan para disminuir la indefensión y desesperanza tienen además la ventaja de que animan a la persona para que adopte más responsabilidad en volver a estar bien y en colaborar con los tratamientos médicos. Las intervenciones psicosociales desarrolladas en pacientes de cáncer durante los últimos diez años se han mostrado eficaces (5), a pesar de la disparidad de enfoques, estrategias y metodologías utilizadas. Aun cuando la mayor parte de los resultados publicados provienen de un enfoque cognitivo-conductual, la gran variedad de pacientes, tipos de cáncer, estadíos de evolución del mismo, y forma de aplicación de las intervenciones (duración, frecuencia, aspectos a los que se dirigen, etc.) hace que sea imposible determinar un patrón “estándar” de aplicación.
La aplicación de las terapias psicológicas debe ser multidisciplinar en colaboración con todo el equipo así como tratar al paciente y a los familiares y personas allegadas que pudieran necesitarlo; valorando las necesidades individuales de cada persona y su modo de afrontamiento; con técnicas de relajación, Se valorara la terapia individual, grupal, combinada, educacional, cognitivo-conductual etc.
El cuidador necesitará apoyo psicológico en cómo afrontar las diferentes fases de la enfermedad, terapia grupal con otros cuidadores y respiro familiar entre otras técnicas.
Por ello es altamente recomendable que, desde la fase de diagnóstico, se registre ya en la historia clínica del enfermo una valoración del ámbito familiar(6,7,8), acerca de:
• Cómo es la estructura familiar del paciente: cerrada o abierta, nuclear o ampliada, acogedora-hostil-indiferente frente al enfermo, etc.
• Qué tipo de discurso prima en la familia respecto al cáncer: aterrorizante, negador, de culpa, persecutorio, de ayuda, etc.
• Qué tipo de rol fundamental jugaba cada uno de los miembros en la familia (el cohesionador familiar, el arregla problemas, el eterno quejica, el dinamizador del grupo, el que lo niega etc), y qué conflictos esperables puede generar el que haya reconfiguración de esos papeles por causa de la enfermedad.
• Cómo vive el enfermo a su pareja y familia, y a la vez cómo vive la familia al enfermo (en algunos casos, se le considera ya muerto)
• Qué comportamientos facilitadores o entorpecedores se puede esperar de cada miembro del núcleo familiar: alianzas, odios, soportes emocionales o económicos o instrumentales.
También es necesaria una atenta evaluación de la familia para detectar necesidades de intervenciones específicas a nivel grupal familiar o para alguno de sus miembros en especial, tanto sea a nivel psicológico, sanitario, económico-social o en otras áreas. Para ello se recomienda:
• Un firme apoyo organizativo, explícito y sistemático, desde los más altos peldaños directivos de la entidad hospitalaria así como de la Administración Pública.
• Un entrenamiento específico del personal sanitario (médicos, psicólogos, asistentes sociales, enfermeros).
• El desarrollo de una programación previa, con protocolos basados en la mejor evidencia disponible, sobre qué actividades a realizar en Atención Familiar, no dejándolo a la improvisación o buena intención del equipo.
Bibliografia.
1 Fertig, 1997; Maguire, 2000
2. Folkman y Greer, 2000)
3. Andersen, 1992; Owen, Klapow, Hicken y Tucker, 2001; Padierna, Aristegui y Medrano. 1994.
4. Fawzy, 1999; Fawzy y Fawzy, 1998; Fawzy, Fawzy, Ardnt y Pasnau, 1995
5. Andersen, 2001
Blasco, T, Bárez, M, Fernández Castro, J. La inducción de sensación de control como elemento fundamental de la eficacia de las terapias psicológicas en pacientes de cáncer. . Anales de Psicología [Internet]. 2003;19(2):235-246. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=16719206
6. Barreto, P; Molero, M; y Pèrez, MA. (2000). Evaluaciòn e intervención psicológica en familias de enfermos oncológicos. En: Gil, F (ed). Manual de psico-oncologìa: 137-71. Nouva Sidonia. Madrid.
7. Bowen, M. (1987). Family in clinicalpractice. JasonAronson. New York.
8. Thomas, CB; y Duszynski, DR. (1973). Closeness to parents and thefamilyconstellation in a prospectivestudy of malignant tumor. The John Hopkins Medical Journal, 134: 251-70.
Autor: Palacios Vinagre, Susana