Toda persona, a lo largo de su vida va a tener que afrontar una serie de pérdidas, que, en mayor o menor medida supondrán una situación de crisis para ella y, también, para su entorno más cercano (su familia). Una vez sufrida esa pérdida, el individuo se embarcará en un proceso de duelo que, con el paso del tiempo, se resolverá, aportándole un aprendizaje y experiencias que le acompañarán siempre.
Cuando recibimos la noticia de que nosotros, o un familiar, ha sido diagnosticado de un proceso oncológico, comenzamos el viaje a lo largo del proceso de duelo, el cual está definido por la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) como “estado de pensamiento, sentimiento y actividad que se produce como consecuencia de la pérdida de una persona o cosa amada asociándose a síntomas físicos y emocionales. La pérdida es psicológicamente traumática en la misma medida que una herida, por lo cual siempre es dolorosa”. Sin duda, una mala noticia supone en la persona que la recibe una serie de pérdidas, una serie de preguntas que pueden y, de hecho, provocarán una serie de reacciones. Algunas de estas preguntas e inquietudes pueden ser:
• He perdido mi salud. ¿Ya no soy quien era?
• ¿Qué sentido tiene mi vida ahora que no puedo realizar mi vida habitual?
• ¿Cómo afectará esta noticia a mi familia?
• ¿Debo hablarlo con alguien?
• ¿Seré capaz de curarme?
• ¿Soy una carga para mi familia?
• ¿Sabré ayudarle?
• ¿Voy a morir?
El proceso de duelo, el dolor asociado a esta mala noticia, a la pérdida de autonomía, a los síntomas y efectos asociados a los tratamientos, aparecerán y forman parte de un proceso de adaptación normal, sobre el que podemos actuar y en el que los profesionales y nuestros familiares/amigos nos pueden acompañar. Es fundamental comprender que ese duelo, esos miedos, esa inquietud, ansiedad, tristeza, están y es humano tenerlos, pero también podemos trabajarlos y conseguir que, del más profundo temor, surja el empoderamiento, surja la capacidad que tenemos de sobreponernos a la adversidad y de vivir acorde a nuestros deseos.
1 ¿Y cómo podemos hacer para resolver este proceso de duelo? ¿Cómo podemos afrontar de un modo efectivo nuestra enfermedad?
• Analiza cuáles son, ahora, tus prioridades en la vida.
• Explora cómo afecta tu estado actual a poder conseguir esos objetivos.
• NO tomes decisiones precipitadas. Date tiempo. En momentos de mayor tristeza o mayor incertidumbre es mejor no tomar grandes decisiones. Eso que tanto te preocupa, probablemente, pueda esperar unos días, unas semanas, unos meses.
• Identifica cuáles son tus preocupaciones y tus sentimientos: puedes escribirlo en una libreta. Celebra los pequeños logros diarios.
• Abraza tus sentimientos y habla abiertamente de ellos. Es normal sentir culpa, odio, ira, miedo, tristeza, cansancio. Permítete sentirlos, pero recuerda que son sentimientos negativos que todos alguna vez hemos experimentado. Recuerda que también podemos hacer que poco a poco se desvanezcan o vayan teniendo menos importancia.
• Identifica, del mismo modo, cuáles son tus fortalezas. Para ello, será de utilidad que pienses en problemas que hayas tenido previamente y en cómo los has podido resolver. Puede parecer que esa situación no tiene nada que ver con la actual, pero lo cierto es que desarrollamos una serie de mecanismos de afrontamiento que son de gran utilidad, aunque el problema, la enfermedad, sea distinta.
• Pide ayuda: los profesionales (enfermeros, psicólogos, médicos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, voluntarios…) están ahí para acompañarte y ayudarte. Pregunta todas las dudas que tengas, por pequeña e insignificante que creas que puede ser.
• Expresa cómo te sientes y qué necesitas a las personas que te rodean (profesionales, familiares, amigos): a veces, las personas que tenemos a nuestro alrededor no saben cómo ayudarnos. Si les explicamos qué necesitamos y cómo nos sentimos será mucho más llevadero para ambos. Recuerda: el peso será menor si se lleva entre varias personas.
• Recuerda que los síntomas y los malos pensamientos pasan. No durarán para siempre. Pueden ser de utilidad la realización de técnicas de relajación e, incluso, ejercicio en la medida que tu cuerpo te lo permita.
• Trata de llevar una vida lo más saludable posible y márcate pequeños objetivos diarios, como ver una película que te guste, ordenar fotos antiguas con algún ser querido, leer el periódico tomando un zumo, ver la puesta de sol. La felicidad se compone de pequeños momentos que nos aportan instantes de alegría.
2 Si es un ser querido quien tiene cáncer, ¿cómo puedo ayudarle?
• Comparte con la otra persona y con personas de tu confianza, también con los profesionales, cómo te sientes, cuáles son tus miedos y dudas.
• Recuerda que ya has vivido situaciones complejas anteriormente y has logrado resolverlas. Utiliza tus fortalezas y tu experiencia previa.
• Permite que sea la persona enferma quien tome las decisiones.
• Comprende que las cosas no siempre se resuelven del mejor modo, no seas estricto.
• Acompañar puede ser, en ocasiones, difícil. Favorece en todo momento la autonomía de la persona enferma, permite sus silencios y sus dudas y momentos de mayor cansancio. Anímate a hablar abiertamente con él, llorar y reír a su lado. Permítete sentir y sentir a su lado.
• El hecho de que esa persona sepa que puede contar contigo es fundamental.
Por todo ello, a través de las estrategias de afrontamiento que hemos expuesto, el proceso de duelo podrá resolverse de un modo satisfactorio. Habrá personas que consigan llegar a la resolución final antes y otras después, pues cada individuo necesita su tiempo. Utilizando estas estrategias y apoyándonos siempre en los profesionales y en nuestros seres queridos conseguiremos, en un primer lugar, aceptar la realidad de la nueva situación, trabajar las emociones, adaptarnos al nuevo entorno y, en último lugar, recolocar esta nueva situación en nuestra conciencia y seguir viviendo, cargados de nuevas experiencias, cargados de nuevos aprendizajes.
Comprenderemos, como decía Silvio Rodríguez, que la guerra es la paz del futuro.
Autor: Zamora Arjona, María