La palabra cáncer lleva implícito en nuestro lenguaje cotidiano mucho mensaje subliminal negativo, grave y peligroso. A día de hoy sabemos que una de cada tres personas va a recibir ese diagnóstico a lo largo de su vida, porque se ha convertido en una dolencia muy frecuente especialmente en el mundo occidental. ¿Quién no conoce a alguien que ha tenido un cáncer entre los conocidos, los amigos o la familia? La palabra cáncer casi sin querer nos lleva a pensar en dolor, sufrimiento, deterioro e incluso en un potencial riesgo para la vida.
Recibir el diagnóstico de cáncer siempre produce un importante impacto emocional, tanto a la persona que lo padece como a todo su entorno. Tras haber pasado algún que otro periplo hasta la obtención del diagnóstico, nos encontramos ante el segundo impacto de los distintos tratamientos que necesitemos que pueden o no dejar huella en nuestra fisonomía. Durante el proceso son muchas las ventanillas a las que acudir, el itinerario se antoja largo y costoso. Aparecen miedos, preocupaciones e incertidumbres. Los sentimientos se encuentran a flor de piel. Más que nunca el paciente necesita de la luz y el calor de los que le atienden y también de su propio entorno.
Tras acabar con los tratamientos, el paciente se enfrenta a una etapa de supervivencia con una espada de Damocles siempre en la cabeza. Una espada que le genera angustia y miedo con cada prueba o visita que a partir de entonces se realice. Pueden pasar años y que nunca más se sepa del cáncer (afortunadamente ya en un 60% de los casos) o puede que éste vuelva a aparecer, devolviéndonos con más fuerza a la casilla de salida.
Convivo a diario con el cáncer y está presente en mi cotidianidad de trabajo pues soy radiooncóloga. También me ha tocado ver el cáncer de cerca en amigos, compañeros e incluso seres queridos, pues no estoy exenta por el hecho de dedicarme a ello. Sin embargo, este apasionante trabajo me ha conferido el privilegio de estar al lado de personas que, a pesar de estar en una situación de extrema vulnerabilidad, han confiado en mi trabajo y me han dado lecciones de vida y fortaleza. He aprendido mucho de mis pacientes, tanto de los supervivientes como de aquellos que se marcharon. Reconozco que de todos ellos he recibido un auténtico regalo: su humanidad.
Agradezco que Ishoo y todo el equipo de JntosXTuSalud haya querido acogerme en su proyecto, ofrecer mi humilde conocimiento y espero poder servir para poner luz en las sombras que haya en el camino.
Autora: Virginia Ruiz